Opinión

La resaca

Se entiende por resaca la porquería que el mar deja en la playa luego de la crecida, lo mismo que el malestar experimentado al despertarse después de una buena tajada. Aunque existen otras acepciones del término, todas giran en torno a los residuos, el limo y la retirada, incluyendo la situación o estado que sigue a un acontecimiento importante.

Recientemente el país ha seleccionado a una serie de candidatos para gobernar en diferido, levantando ampollas entre los residuales simpatizantes del ala dura del arco parlamentario. Estamos exactamente en la misma tesitura que hace seis meses, mangoneados por los mismos líderes motivados por idénticos egoísmos. Sin variar un ápice postura alguna, han demostrando que su último interés es el provecho público y el bienestar general, desidia compartida con ese 30% de votantes que se han desentendido de su compromiso con el país y la sociedad, que hubieran sido determinantes a la hora de formar un nuevo Gobierno.

Entre las posiciones de los más escocidos, analizando el desencanto hacia las fuerzas emergentes, ni siquiera sus propios teóricos han comprendido el más sencillo de los mensajes.

La razón por la que los morados han perdido más de un millón de votos y los naranja ocho escaños, hay que buscarla en que la ciudadanía finalmente ha identificado a Podemos por sus postulados comunistas y a Ciudadanos como neoliberales, en una nación donde los habitantes aspiran a un modelo de Estado con garantías sociales y respeto a las libertades individuales, derechos que en su propio desarrollo excluyen el modelo gubernamental de rodillo invocado por los herederos del estalinismo y el fascismo más rancios,  rememorados en Pablo Iglesias y Albert Rivera.

Lejos de lo que puedan pensar los aspirantes de nueva hornada, curado del anterior berrinche, el electorado no está en la luna de Valencia, hasta el punto de haber distinguido de manera indiscutible y fehaciente que a lo largo de nuestra historia en democracia, y en paralelismo a la natural evolución con el resto de países de nuestro entorno, la mayoría se ha ido posicionando a favor de premisas moderadas, rechazando frontalmente los postulados extremos. Y ello obedece a que nos sobra conocimiento y experiencia acerca de los métodos y resultados que han arrojado el comunismo y la extrema derecha en la Europa del siglo XX.  Por eso Iglesias y Rivera se han quedado descolgados de la carrera hacia la Moncloa, porque los restos de la herencia del Generalísimo se ha ido diluyendo con el discurrir de las legislaturas, mientras el comunismo ha caído en desuso desde hace mucho tiempo por su fracaso como fórmula de gobierno en Europa, sin entrar a discutir que pueda ser o no una opción en regiones del mundo para poblaciones pobres y menos favorecidas como las de África o Latinoamérica.

Este sencillo motivo explica la debacle de las formaciones naranja y morada, que siendo los españoles políticamente maduros, han rechazado propuestas minoritarias abocadas a la extinción en el Hemiciclo, sin importar que a la ultraderecha le llamen Falange, UPyD o C's, ni que la izquierda radical se denomine PC, Izquierda Unida o Podemos. A los resultados basta remitirse para establecer que tal es el claro parecer de los electores, quienes han identificado en Podemos a aquellos comunistas que a lo largo de la democracia han ido perdiendo fuelle para acabar por no votarlos ni dios, y a C's con los cachorros de la vieja guardia, que tal de lo mismo, induciendo a los cada vez menos numerosos simpatizantes de ambos a reflexionar, analizando con detenimiento a qué brutal precio se tendrían que obtener los resultados que proponen.
España es un pueblo consciente de su Historia, que además de no estar dispuesto a repetir la experiencia del sufrimiento causado por el comunismo ni el dolor provocado por el fascismo, apunta hacia el progreso, el bienestar y la libertad,  con manifiesta vocación europeísta y la firme voluntad de integración en el ámbito de los derechos y la autodeterminación en un mundo globalizado.

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