Opinión

JUAN PABLO II, BEATO

Mañana domingo tendrá lugar en Roma la beatificación de Juan Pablo II. Será, sin duda, un día muy especial para los católicos y, por extensión, para todos los hombres y mujeres de bien que, con independencia de sus creencias religiosas, han sabido descubrir en el Papa polaco a una de las personalidades centrales de la historia contemporánea.


No en vano Juan Pablo II fue uno de los protagonistas del siglo XX y un buen conocedor de las tragedias que lo caracterizaron: sufrió primero las penalidades de la ocupación nazi, que sorteó picando piedra en una cantera; padeció después la persecución de la tiranía comunista, que lo obligó a vivir su sacerdocio en la clandestinidad, y fue finalmente uno de los que alzaron el telón de acero y propiciaron la caída del muro de Berlín, precipitando así el colapso del régimen soviético.


Pero, más allá de eso, Juan Pablo II fue el hombre que se entregó incondicionalmente al servicio de Cristo y de la Iglesia. El sacerdote ejemplar de cuyo ardor misionero dan fe sus incontables viajes apostólicos y su solicitud por todas las almas. El místico que hizo de la oración, de la cruz y de la Eucaristía el centro mismo de su existencia. El pontífice que se erigió, con todo merecimiento, en el mayor defensor de la vida humana y de su dignidad, reivindicando su valor desde el momento mismo de su concepción hasta el de la muerte natural. El teólogo que subrayó el valor sobrenatural del trabajo y su condición de medio de santificación en mitad del mundo. El intelectual que fue capaz de hermanar, rehuyendo los prejuicios y reconociendo su complementariedad, fe y razón. El buen samaritano que supo perdonar a Ali Agca, tender puentes y apostar por el diálogo y la concordia.


Ese fue Juan Pablo Magno y por eso será proclamado beato: porque ha sido, y sigue siendo, un modelo para todos los que, en tanto que bautizados, estamos llamados a la santidad. Porque él ha podido decir, como San Pablo, que su vida es Cristo. Porque él ha ganado, como el apóstol, la corona inmarcesible de la gloria eterna. Por eso es por lo que, como decía, será venerado como beato desde mañana domingo y por lo que muchos tenemos ya hoy un motivo adicional para la alegría.

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