Opinión

La reina Letizia

Nada será igual a partir del jueves, cuando se convierta en reina Letizia. Su vida dará un giro drástico, superior al del príncipe, preparado desde la cuna para ser rey y que asume importantes funciones institucionales desde hace más de dos décadas y por tanto el cambio no supondrá tanto choque ante las nuevas responsabilidades. La todavía princesa de Asturias sin embargo se verá obligada a pasar importantes páginas vitales una vez se convierta en reina.

Hasta ahora había logrado imponer un estilo de vida en el que tenían cabida los hábitos anteriores a su matrimonio, lo que en algunos casos ha provocado polémica o, cuando menos desazón e incomodidad, y no solamente entre las clases más conservadoras. Incluso quienes mantienen una actitud más abierta, más liberal y que comprenden que los dignatarios tienen derecho a vida privada, rechazaban de plano determinados gestos impropios de quien se casó conociendo los condicionamientos de su nueva situación.

Por ejemplo tomarse sus responsabilidades con la Corona como un trabajo con límite horario excepto en ocasiones muy especiales, no acudir a actos en los que era obligada su presencia, o el empeño en mantener tan alejadas de los focos a sus hijas cuando debe ser consciente de que los españoles tienen derecho a conocer cómo crece una futura reina y se podía hacer el esfuerzo de encontrar la forma de tener vida privada sin dejar de cumplir con las obligaciones de su cargo.

Obligaciones que Doña Letizia conocía sobradamente antes de casarse con el príncipe, aunque no formara parte de familia real o aristocrática. Otras princesas y reinas europeas en su misma situación han conseguido cumplir de forma ejemplar con el papel institucionalmente asignado en algunos casos, mejor incluso que sus cónyuges.

La princesa Letizia tiene madera y talla como para representar impecablemente la Corona española, aunque ha cometido fallos en sus años de princesa, entre ellos el de no reconocerlos como fallos y pretender imponer su criterio en una institución que evidentemente debe adaptarse a los nuevos tiempos pero que conlleva una serie de obligaciones, no solo privilegios, y que debe cumplir quien pretenda ganarse el respeto, la confianza y la admiración de los ciudadanos. Más aún en estos tiempos convulsos en los que sobre todo las nuevas generaciones se cuestionan la forma de Estado.

La responsabilidad que echa sobre sus espaldas cualquier heredero cuando le llega la hora de ser proclamado rey, en el caso español tiene un peso añadido y fundamental: de su comportamiento, de su forma de ejercer sus funciones y de su sintonía con los españoles, depende el futuro de la monarquía. Y Letizia Ortiz, por haber trabajado como periodista durante gran parte de su vida, lo sabe mejor que cualquier otra princesa.

Tiene formación, base, voluntad, sentido del deber y está profundamente enamorada de su marido. Por tanto, si quiere, puede ser una gran reina.

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