Cementerio de San Francisco: un símbolo de la permanencia

TODOS LOS SANTOS

El ourensano cementerio de San Francisco supone un lugar de interés para visitantes locales y foráneos. Este camposanto remarca la importancia de la memoria como bien inmaterial

Familiares y amigos visitan el camposanto ourensano el Día de Todos los Santos.
Familiares y amigos visitan el camposanto ourensano el Día de Todos los Santos. | Miguel Ángel

Ubicado en una cuesta, el cementerio de San Francisco en Ourense parece amagar de forma terrena el cristiano vaticinio de ascenso al reino de los cielos para quienes habitan el mar de la memoria en nombres y fechas. Custodiado por el Archivo Provincial, el Auditorio Municipal y la Biblioteca Nós, la identidad, la cultura y el conocimiento preceden a la eternidad conviviente, donde se venera el recuerdo más que al sepulcro en esta señalada fecha de homenaje a los fieles difuntos.

Pero la magia insondable de los cementerios, particularmente de este camposanto ourensano, también repercute en la vida de quienes ofician de guías a curiosos visitantes que buscan en los entresijos de la cotidianidad los elementos que componen la argamasa simbólica, fraguada en calles, paredes e incluso en panteones y tumbas.

Relevancia Patrimonial

Rosa Dorado, guía turística desde 2004, incluyó a la necrópolis ourensana desde su inicio profesional. Acerca de ello, Dorado pormenoriza: “Tiene interés, sobre todo, para los que son conocedores de las personalidades que allí están enterradas y desean aprender algo más sobre la historia de la ciudad”.

El destacado historiador y arqueólogo Afonso Vázquez-Monxardin puntualiza sobre la relevancia patrimonial y geográfica de este cementerio: “Es grande bajo cinco puntos de vista: paisajístico, a los pies de Montealegre y con vista sobre la hoya de Ourense; histórico-urbanístico, por haber sido parte integrante del conjunto del convento de San Francisco; arquitectónico, por sus 35 mausoleos, y escultórico, por las lápidas decoradas y esculturas. Respecto a piezas arquitectónicas, sobresalen los 17 mausoleos de Vázquez Gulías en distintos estilos. En el apartado de las esculturas es notoria la amplia presencia de los mármoles de la familia Piñeiro, los hierros de Malingre, los granitos y mármoles de Faílde y la gran escultura del palentino Vitorio Macho: Ángel pensativo, como piezas fundamentales”.

Despojado de Prejuicios

La relevancia de este camposanto, que en solo nueve años cumplirá su bicentenario, no es indiferente a la perspectiva de quien transita buscando incorporar a sus conocimientos, matices de sus silentes pobladores y otras circunstancias que hacen particular a un sitio identificado muchas veces como la última residencia.

Acerca de sus visitas guiadas, Rosa Dorado señala: “Algunos colegios me piden centrarme solo en los escritores. Otros comentar sobre las esculturas destacadas. También me solicitan contar anécdotas y curiosidades. Como guía profesional me adapto a los tiempos disponibles y sobre todo al perfil del visitante, es la base de nuestra profesión: comunicar con rigor y hacerlo ameno, para que el guiado logre apreciar la importancia del lugar”.

Lejos de parecer una gran parcela de conclusiones vitales, la bóveda celeste que custodia el reposo diverso e inefable de sus pobladores, junto a la sentencia ubicada en su pórtico: “El término de la vida aquí lo veis. El destino del alma según obreis”, despojan de cualquier prejuicio a quien se adentra en ese paréntesis de piedras, hierros y mármoles.

Adjunto con ello, afirma Vázquez-Monxardin: “No es un sentimiento fúnebre, es parte de la memoria de cada lugar y por ello visitable e interesante turísticamente. Por eso también conocemos los nombres de los principales cementerios del mundo como Almudena de Madrid, Recoleta y Chacarita en Buenos Aires, Arlington en Washington, Père-Lachaise en París o San Amaro de Coruña”.

Parte de la Historia

Rosa Dorado, como veterana oficiante de rutas, asegura que este espacio “goza de un encanto e interés que permite a cualquier persona que se acerque pasear tranquilamente y concluir la visita, satisfecho de haber conocido un lugar realmente hermoso y que acoge a los vecinos de una ciudad de la que formaron parte de su historia”.

Cuando este domingo las flores adornen momentáneamente tumbas y panteones, culmine el rezo dedicado al ser querido o el largo pensamiento destinado a recordar cuánto de pasado lleva el presente, donde convive quien ya no está y el depositario de la colorida ofrenda, el misterio de la quietud cobrará sentido en ese diálogo atemporal, sostenido por la cadencia de los afectos en verbos y adjetivos inabarcables que no tienen fecha de caducidad, ni liturgia capaz de describir tan íntima ceremonia.

El ourensano cementerio de San Francisco, símbolo de la permanencia en medio de tiempos arremolinados y volátiles, contradice con méritos propios todas las lógicas del olvido para mantenerse indemne, gracias a la inusual convergencia de la memoria familiar y el revitalizador interés turístico.

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