The Rolling Stones en Madrid: ¡Inmensos!

CRÓNICA

Ron Wood, Mick Jagger y Keith Richards, durante el concierto.
Ron Wood, Mick Jagger y Keith Richards, durante el concierto.

Un concierto de los Rolling Stones es mucho más que las dos horas de actuación –dos horas y cuarto, para ser más exactos este pasado miércoles en Madrid- del grupo. Por todo lo que rodea a la banda, su historia, su personalidad, lo que significa en la historia del rock’n’roll, cada vez que sus satánicas majestades llegan a cualquier ciudad del globo terráqueo, toda esa ciudad se impregna de un aroma, una esencia, un espíritu que es el espíritu mismo del rock’n’roll, y que se traduce, como se tradujo en Madrid en los días inmediatamente anteriores al concierto, en miles de camisetas con la lengua stoniana en todas sus versiones, fans de todo el mundo venidos a la capital contagiándonos de su entusiasmo, tanto en las inmediaciones del hotel Villamagna de la capital del estado –argentinos en particular- como en el ambiente previo que se podía vivir en la cola del concierto desde primeras horas de la mañana, con fans de todo el mundo allí reunidos para vivir ese momento mágico que supone un show de los Stones, máxime si ese concierto es además el primero de la gira. Tal y como fue en Vigo en 1998 o en Santiago en 1999. Seguro que lo recuerdan ¿verdad? El colorido, la alegría, el entusiasmo de los fans tiene necesariamente que formar parte de esta crónica.

Hay que decir que en esta ocasión, y esto es algo que por desgracia y de manera incomprensible solo ocurre en España, no se si por culpa de Doctor Music, de la organización interna del Wanda Metropolitano, de las empresas subcontratadas o de quien fuere, hay que hacer una rigurosa crítica de la impresentable desorganización y pésima gestión de algo tan sencillo en cualquier otro país -36 conciertos de los Rolling Stones he visto contando con este por toda Europa y nunca he visto tal grado de desastre- como el acceso a cada una de las zonas de pista y/o pit. A lo largo de todo el día nos hicieron cambiar 4 veces de cola, una vez abiertas las puertas el desbarajuste era descomunal, sin nadie sabiendo nada, escáners de entradas que no funcionaban… de verdad, algo tercermundista. Quienes han pagado una entrada, bastante cara por cierto, para poder tener acceso a las zonas que se les han cobrado, están en su derecho de exigir unas condiciones de profesionalidad mínimas para que puedan disfrutar de lo que han pagado. No tener una organización profesional y cualificada para trabajar en un concierto de una banda que se llama The Rolling Stones es una falta de respeto al público y al propio prestigio del grupo inasumible y a mi juicio, intolerable. A quien corresponda, que tome buena nota.

Se abrió la calurosa jornada con la actuación de la Vargas Blues Band, liderada por uno de los músicos de mayor prestigio en el mundo del blues-rock tanto nacional como internacional, que contó en su magnífico show en el comienzo con la aportación como invitada de la cantante flamenca Angélica Leiva, quien puso el toque más racial y autóctono a un set de puro blues de la mejor escuela clásica, con un Javier Vargas inspiradísimo, en una de las mejores actuaciones como guitarrista que le he visto nunca en más de 30 años, perfectamente complementado con un John Byron Jagger que cada día se consolida mas como un frontman con una personalidad en escena originalísima –lo demostró en “Chicken Dinner”- y en esta ocasión, con la contribución de su padre Chris Jagger en un maravilloso y emocionante blues. ¡Esto empezaba muy bien!

Debo reconocer que hasta ayer, Sidonie nunca fue un grupo que me interesara demasiado y no puedo, con toda la sinceridad del mundo, decir que me gustara su música. Dicho esto, quiero decir que sin embargo, me encantó su entusiasmo, su energía y su naturalidad en directo. Sabían en que escenario estaban, para quien abrían, y lo hicieron con una profesionalidad y una dignidad encomiables. Mi enhorabuena.

10.14 minutos de la noche: las pantallas de video muestran ese precioso y emotivo video sobre el querido y añorado Charlie Watts y en medio de la apoteosis colectiva, en un ensordecedor clamor de los 55.000 fans que llenaron el estadio, Keith Richards pegó el primer guitarrazo para arrancar con “Street Fighting Man”. Y a partir de ahí, la gran fiesta del rock’n’roll no tendría tregua a lo largo de dos horas y cuarto de un concierto espectacular.

Una rockera, casi hasta punkarra versión de “19th Nervous Breakdown”, seguida de un potentísimo “Sad, Sad, Sad” y un emotivo “Tumbling Dice” nos mostraron de inmediato a un grupo sobre el cual, la cansina y aburrida pregunta sobre el lugar común de “la última gira”, dejaba de tener sentido. A pesar de la edad, los Stones están en un estado de forma, especialmente en lo físico, realmente espectacular: Desde el propio Mick Jagger, que sigue recorriendo las pasarelas, bailando con Sasha Allen en el bis con “Gimmie Shelter” y haciendo un despliegue de vitalidad espectacular, al propio Keith Richards, mucho más activo y entregado que en los conciertos de la gira americana, sin obviar a un Ronnie Wood que se encontró con un inesperado estallido de confetti a modo de celebración de su cumpleaños, un Steve Jordan que ha sabido perfectamente empujar desde la batería a la banda como lo hacía el propio Charlie y que da un enorme impulso al grupo en escena y también con el concurso de un bajista de la destreza y categoría de Darryl Jones, que en “Miss You” demostró quién es como músico y porque lleva siendo desde 1994 bajista de los Rolling Stones.

“Esta es la primera vez que tocamos esta canción….” Dijo Mick Jagger en perfecto castellano presentando “Out Of Time”, un tema que fue muy aplaudido, contrastando con la fría acogida de la que fue objeto su canción de la pandemia, “Living In A Ghost Town”, tras el cual un “Honky Tonk Woman” que me llamó la atención por su dureza guitarrera -¡Keith Richrds casi rompe las cuerdas! –sigue igualmente intenso, aunque esta vez sin coros “You Can’t Always Get What You Want” junto a los dos temas de un emocionado Richards que junto a su fiel compinche Ronnie Wood, nos regala “Happy” y un “Slipping Away” de llorar, os lo aseguro.

Y a partir de ahí, la catarata rockera final. Un inenarrable “Midnight Rambler”, que siempre saca la vena más sucia, rockera y cruda de los Stones, nos lleva al apoteosis final con “Start Me Up”, “Paint It Black” y “Jumpin’Jack Flash”. Para remate de la jugada, un bis con “Gimmie Shelter” y “(I Can’t Get No) Satisfaction” que cierran la fiesta a lo grande, como corresponde a una banda de la categoría que estamos hablando. Tras lo visto… ¿alguien se cree todavía lo de la última gira, a pesar de los titulares de revistas pseudomodernillas, que tratan de evitar su cierre con titulares amarillos?

Les veo en la próxima… Los Stones, siempre los Stones. Sencillamente y una vez más, inmensos.

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