Trives llora por las ganaderías arrasadas y las casas evacuadas

ALERTA, FUEGO

Entre el humo y el calor insoportable, los triveses libran una batalla desesperada para salvar vidas y ganado, mientras ven cómo el trabajo de años se reduce a cenizas en minutos.

Estado de la Estación de Montaña de Manzaneda.
Estado de la Estación de Montaña de Manzaneda. | Reme Martínez

La noche del martes, 12 de agosto, el Macizo Central se convirtió en un escenario de pesadilla. Las llamas avanzaban sin control por A Pobra de Trives , Chandrexa de Queixa y Manzaneda, forzando a desalojar varias aldeas. Casteligo, A Somoza, Penapetada, Pareisás o Cova fueron algunas de las que vieron cómo el fuego se acercaba peligrosamente, arrasando una vivienda en este último, una nave agrícola y varios animales, mientras en Anagaza, el incendio también ganaba terreno. Los ganaderos, tanto en Somoza como Cova, veían arder indefensos la comida de su ganado.

A lo largo de la jornada del miércoles 13, el humo, el calor y el viento mantuvieron el territorio bajo amenaza constante. El fuego avanzaba hacia Manzaneda, donde Escourido, Cimadevila y Paradela estuvieron en peligro. La madrugada en Trives fue de máxima preocupación: las llamas recorrían la sierra como una cordillera de fuego. El viento, desde última hora de la tarde, empujó el incendio sin dar tiempo a reaccionar. La escasez de medios en algunos puntos terminó de empeorar la situación.

Desde la Estación de Montaña de Manzaneda confirman que el incendio ha afectado ya a cerca del 50% de la masa arbórea del complejo, una pérdida ambiental de enorme magnitud. Sin embargo, desde la propia empresa precisan que, por el momento, las infraestructuras no están comprometidas y que, en principio, todo podría seguir funcionando.

A este rebaño de vacas lo han desplazado al campo de fútbol. En Manzaneda
A este rebaño de vacas lo han desplazado al campo de fútbol. En Manzaneda | Natalia

En Cova, David Núñez revive la noche: “Un inferno, en menos de 25 minutos tiñamos o lume encima sen poder facer nada”. Trataba de salvar a sus vacas que pastaban en la sierra, cuando su hermano le avisó de que el fuego estaba demasiado cerca. “Nin dez minutos tardei en chegar e xa nada pudemos facer, ver arder a nave e con ela todo”, relata con la voz rota.

Pudo poner a salvo parte del ganado, pero aún desconoce el paradero de varias reses. Lo más duro, confiesa, fue perder su nave: “O lume rodeouna, nela arderon 2 becerros, 2 mastíns que estaba criando, a comida de 2 anos, arredor de 350 rollos dentro, 250 fora da nave, máis de 2.000 litros de gasoil”. Entre lo perdido, también un depósito de purín de 12.000 euros. Exhausto, sin haber dormido, denuncia: “Todo esto solo coa axuda dos veciños, unha brigada e unha motobomba, cando Cova ardía. Hoxe nin vexo, dóenme os ollos do lume e do fume e meu irmán está igual”. No fue el único en ver arder el trabajo de años. En A Somoza, José Luis Núñez —Lis, como lo conocen sus vecinos— vio cómo el fuego alcanzaba la verja de la cuadra de sus vacas. Por fortuna, allí se detuvo, pero no pudo salvar cerca de 300 rollos de comida para el invierno. Los primeros en ayudar fueron los propios vecinos, mientras Lis y su padre combatían las llamas con una máquina de sulfatar hasta la llegada de más medios. El humo fue tan denso que obligó a evacuar el pueblo, aunque los vecinos ya han podido regresar.

En el Macizo Central, arrasado por esta ola de incendios, las historias de David, José Luis y tantos otros se multiplican. Son el retrato de una tragedia que deja cicatrices en la tierra y en la vida de los vecinos. A su vez, la cara de los que apagan, en especial de los voluntarios, algunos de los cuales hasta pidieron el día en sus trabajos para sumarse a las labores de extinción, y otros combinan el trabajo con unirse a ayudar al rematar su jornada laboral, acumulando ya más de dos días sin dormir. Tragedias que sacan lo más humano de cada uno, pero también la rabia y la desolación.

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