Criar sin pantallas en la era digital
Nuria Diéguez, doctora en Psicopedagogía, evalúa los retos de criar a los más pequeños sin pantallas en la sociedad actual
En un mundo digital donde las pantallas están presentes en casi todos los aspectos de nuestra vida, tomar la decisión de no exponer a los niños a ellas durante los primeros años puede resultar desafiante. Sin embargo, es una de las mejores decisiones para su desarrollo. Cero pantallas en los primeros años porque los niños aprenden principalmente a través de la interacción directa con su entorno, el juego libre y la exploración sensorial. Además, es crucial recordar que su cerebro está en proceso de maduración y se desarrolla en función de la información que recibe.
Evitar las pantallas en la primera infancia (de 0 a 6 años) no es una restricción, sino una oportunidad para que los niños descubran el mundo a través de la exploración, el juego y la interacción real. Criar sin pantallas en la era digital es un desafío, pero también una elección valiente y respaldada por la evidencia científica, que representa una inversión en su desarrollo y un regalo invaluable. Optar por esta alternativa en los primeros años es una de las decisiones más acertadas que las familias pueden tomar para favorecer un crecimiento equilibrado y saludable.
Criar sin pantallas no es rechazar la tecnología, sino entender sus riesgos en edades tempranas. El problema no es la tecnología en sí, sino su uso excesivo e inapropiado. Si se introduce en el momento adecuado y con criterio, puede ser una gran aliada en la educación.
La competencia digital es imprescindible en la sociedad actual totalmente tecnológica, pero eso no significa que deba empezar a desarrollarse desde la infancia. Un niño no necesita pantallas para aprender, necesita experiencias reales. Ya tendrá tiempo de utilizar dispositivos tecnológicos cuando tenga una base sólida de comunicación, pensamiento crítico y autorregulación.
Cuando los niños han desarrollado habilidades sociales, emocionales y cognitivas, las pantallas pueden ser una herramienta educativa útil. Plataformas interactivas y aplicaciones bien diseñadas pueden complementar el aprendizaje y fomentar la curiosidad. Sin embargo, tanto las familias como los docentes deben actuar como guías, seleccionando contenidos de calidad y estableciendo límites claros para evitar un uso excesivo o inapropiado.
Efectos negativos
Las pantallas aunque ofrecen una experiencia limitada y pasiva se han convertido en una herramienta de distracción rápida y muy cómoda pero numerosos estudios sugieren que la exposición temprana y excesiva a las pantallas puede estar relacionada con problemas de atención, aislamiento, cambios de comportamiento, problemas de concentración, menos creatividad, retrasos en el desarrollo del lenguaje, dificultades para regular las emociones, problemas de comportamiento, estrés, menos capacidad para resolver problemas, alteraciones del sueño, riesgo de adicción temprana a las pantallas, dificultades en el desarrollo cognitivo, menos interacción social y mucho menos desarrollo emocional.
Implicación del entorno
La decisión de no usar móviles requiere de mucha paciencia y más perseverancia. Para que esta decisión sea efectiva y sostenible, es fundamental que el entorno colabore y se implique. Se necesita:
1. Que todos los miembros de la familia respeten y apoyen esta decisión. Televisión/ordenador siempre apagado y no estar pendiente del móvil.
2. Los cuidadores pueden o no estar familiarizados con las recomendaciones sobre el uso de pantallas, debemos proporcionar alternativas, como juguetes, libros o ideas de actividades y juegos.
3. Normalizar que el aburrimiento no es negativo, es una oportunidad para que los pequeños desarrollen habilidades cruciales como la creatividad, la autonomía, la imaginación, la exploración, la resolución de problemas, la paciencia, la concentración, la tolerancia a la frustración y control de sus impulsos. El aburrimiento les invita a inventar juegos, explorar su entorno y observar su alrededor. Esto no significa que los adultos deban dejar a los niños completamente solos en estos momentos, pueden ofrecerles materiales o ideas que puedan usar de manera independiente, como bloques de construcción, libros o materiales para manualidades.
4. Muchos centros ya limitan el uso de pantallas, pero es importante que las familias, educadores y docentes trabajen juntos para reforzar este enfoque y fomentar el juego libre, la exploración y la interacción social.
5. El entorno también juega un papel importante, uno de los mayores desafíos para los padres que deciden no usar pantallas es la presión social. Ya que, en momentos de cansancio, estrés, reuniones familiares o con amigos y en fiestas o celebraciones es común que otros adultos ofrezcan pantallas como forma de entretener a los niños.
Aquí es donde la comunidad puede marcar la diferencia. Hablar abiertamente sobre la decisión y explicar los beneficios de no usar pantallas puede ayudar a que la respeten. Además, se deben proponer actividades grupales, como juegos al aire libre o manualidades para crear un entorno más saludable. Compartir responsabilidades, turnarse para cuidar al menor o simplemente ofrecer palabras de aliento puede ser de ayuda y marcar la diferencia.
Alternativas a las pantallas
Es vital que las familias, educadores y cuidadores promuevan un entorno libre de pantallas en los primeros años de vida garantizando que los niños tengan la oportunidad de explorar el mundo a su propio ritmo.
Seguramente todos conocemos alternativas a las pantallas que estimulan la creatividad, la curiosidad y las habilidades sociales. Soy consciente de que requieren tiempo (un recurso que a menudo escasea) y esfuerzo (que en ocasiones dudamos poder asumir). Sin embargo, la infancia es un período breve pero fundamental, una oportunidad irrepetible para sentar las bases de un desarrollo saludable. Cada elección cuenta, y aunque a veces suponga un reto, el esfuerzo se traduce en un beneficio incalculable: niños y niñas más creativos, autónomos, sociables, conectados con el mundo real, con mejor capacidad de atención, imaginación más desarrollada, mejor comunicación, mayor bienestar emocional y hábitos de vida más saludables.
Las alternativas son innumerables y no requieren grandes recursos, solo tiempo, ganas y disposición (la pantalla suele ser la opción más fácil, pero no la más enriquecedora). Juegos de imitación, lectura compartida, actividades sensoriales, juego libre y exploración, circuitos, música, manualidades, visitas al parque, cocina en familia, juegos tradicionales, construcción, puzles, canciones populares, deporte compartido... La infancia se construye a partir de experiencias, no de pantallas. Porque en los primeros años, el juego activa todo lo que la pantalla apaga. Apostemos por un crecimiento lleno de momentos auténticos, aprendizajes significativos y conexión con el mundo que les rodea.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
Lo último