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¡Qué preparados vienen los de fuera!

Cuántas veces habremos oído expresiones como “Ese coche es magnífico, es alemán”, “¡Ojo que el abogado era de Madrid!” o “¡Qué va a saber ese! Si es de un pueblo de aquí al lado”. Son tópicos gallegos tan reales como la vida misma

El hecho de que una empresa o profesional pertenezca a la misma comunidad autónoma debería aportar la confianza que da la proximidad, el conocimiento de sus orígenes y, sobre todo, la responsabilidad que implica prestar un servicio a alguien a quien le vas a ver la cara habitualmente. Sin embargo, en Galicia esta proximidad provoca todo lo contrario: rechazo.

Algo que debería ser un fuerte valor a la par que un orgullo, se convierte en un lastre insuperable. Si a todos estos prejuicios les sumamos el retraso tecnológico que se da en ocasiones en nuestro entorno, nos encontramos con un pack letal. 


Un mal endémico con posible solución


Como repito habitualmente, al igual que hacen los terapeutas que tratan las adicciones, para poder curarnos, el primer paso es asumir que efectivamente tenemos estos prejuicios y posteriormente utilizar las herramientas pertinentes para al menos paliarlos y tener el objetivo final de erradicarlos. 

En esta cuestión en Galicia tampoco vamos por buen camino, ya que a muchos políticos se les llena la boca de ensalzar las virtudes de nuestra tierra, que sin duda alguna tenemos, pero sin embargo jamás hablan de algo que también tenemos: nuestras carencias capitales.

En el ADN del empresario gallego, excepto en algunas honrosas y raras ocasiones, no existe el afán de buscar en su entorno una solución a sus problemas, o un producto o un servicio en el entorno geográfico en el que se encuentra. Da igual que sea en su propia calle, en el polígono industrial, en la población, en la provincia o en la región. 

Esta rareza genética le lleva a valorar más un producto que viene de cualquier otra parte de la península, y todavía mucho mejor si procede del extranjero, como de la admirada Alemania, de EE.UU, Francia o Israel. Si hiciésemos una encuesta sobre este tema, estoy seguro de que prácticamente nadie lo reconocería, pero no dudéis de que es así. 


La falta de confianza en las empresas gallegas


Hace no mucho tiempo, una importante empresa gallega llevaba más de cuatro años probando un sistema telemático. Después de más de dos años de prueba con una empresa tecnológica gallega y a pesar de mantener con el empresario una relación personal de más de 25 años, al final prefirió otra solución de una empresa que está a más de mil kilómetros de distancia y que no aportaba nada mejor que la solución gallega. Ante la pregunta obligada por cualquiera que ame su empresa y quiera mejorar: ¿Por qué? La respuesta fue un clásico: ninguna.

La “callada por respuesta” es sin género de duda otro de los males endémicos de nuestra actividad empresarial y que también tiene una difícil solución, dado que el que la realiza no es consciente de que la hace en la mayor parte de los casos y en otros piensa que tiene todo el derecho a no contestar independientemente que le haga un flaco favor a su interlocutor. 

Un caso destacado es el de una de las más importantes empresas gallegas, españolas e internacionales. Aún hoy, después de su vertiginoso crecimiento, fruto de su buen hacer, de los miles de puestos de trabajo que genera y los millones de euros que factura directa e indirectamente, en muchos casos el lugar donde peor se valoran sus productos es aquí, cuando en la mayoría de los puntos de venta del mundo sus clientes salen a la calle con las bolsas presumiendo de haber comprado ahí. 

¿Qué nos pasa?¿Cómo podemos curarnos?¿Existe alguna solución? Lógicamente estas preguntas no me toca contestarlas a mí, tengo que confesar que estoy muy orgulloso de que jamás he actuado ni actuaría así. Siento envidia de otros pueblos que hacen totalmente lo contrario, sin llegar a ningún tipo de fundamentalismo y asumiendo que vivimos en una economía global. 

En mi opinión y a quien le corresponda, debería tomar medidas para que en el corto o medio plazo pasemos página y no hagamos los honores a la famosa frase que mi admirado Manuel Manquiña pronunciaba en la película Airbag: “¡Qué preparados vienen los de fuera!”.

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