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¿Quién es el gran beneficiado de la Lotería de Navidad?

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No son los ilusionados compradores de cupones o las peñas quinielísticas; tampoco son aquellos conocidos narcos a los que tocaba todos los días el cupón de la ONCE

¿Quiénes son los grandes afortunados de las loterías y apuestas estatales? No son los ilusionados compradores de cupones o las peñas quinielísticas; tampoco son aquellos conocidos narcos a los que tocaba todos los días el cupón de la ONCE. El verdadero afortunado son las arcas estatales.

Desde sus comienzos, los juegos Estatales, en sus diferentes modalidades, han estado directamente ligados con actividades de índole benéfico social, cultural y deportivo. Nacieron como un medio para alcanzar un nuevo sistema de financiación del Estado, con el que cubrir estos frentes. La teoría dice que el 25% de la recaudación revierte directamente en los presupuestos del estado y que debe destinarse a la construcción de hospitales, carreteras, educación, lucha contra la marginación, etc.

Ciertamente es una bonita declaración de principios, repartir ilusión y colaborar con el bienestar social. El problema comienza cuando, en época de crisis, las mentes recaudadoras de los gobiernos empiezan a especular con privatizaciones, salidas a bolsa, etc., como nuevas formas de financiación. Tras ser descartada la privatización de Loterías -realmente era un muy mal negocio- una mente iluminada discurre que, además de colaborar con el bienestar social, las loterías estatales deben contribuir a la recaudación general del estado, y decide grabar con un 20% los premios superiores a 2.500 euros.

Desgraciadamente, la medida ha sido tan solo recaudatoria y no ha servido para evitar, por ejemplo, la compra de billetes premiados para blanquear dinero -otro de los grandes problemas de nuestra economía- puesto que no han añadido nuevas medidas de control, ya que la administración de loterías o el banco realizará los pagos del impuesto descontado y pueden seguir existiendo afortunados a los que toca todos los día la lotería.

El “papel lo aguanta todo” pero cuando llevamos la teoría a la práctica, las cifras no salen y acarrean efectos totalmente contrarios a los deseados inicialmente. Sin ser el impuesto la causa de la fuerte caída en la recaudación, es un acelerador, más teniendo en cuenta que el consumo de las familias está muy deprimido y que el crecimiento económico en la segunda mitad del año, de producirse, será todavía escaso, por mucho que algunos ministros se empeñen en decir lo contrario y lanzar reformas más electoralistas que fiscales.

¿Alguien dudaba que en año electoral venderían crecimiento y bajada de impuestos?

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