REPORTAJE

En los balnearios curaban la locura

Imagen promocional de la sala de hidroterapia del Hospital Psiquiátrico de Conxo, de 1915 (ARQUIVO CENTRAL DE GALICIA)
photo_camera Imagen promocional de la sala de hidroterapia del Hospital Psiquiátrico de Conxo, de 1915 (ARQUIVO CENTRAL DE GALICIA)

Ligados a la belle epoque de la cultura balnearia, la psiquiatría, antes de su despertar farmacológico -1930/50- estuvo muy unida al valor curativo de las aguas minero-medicinales, a las que confió la enfermedad mental

Una estancia diáfana, en azulejo blanco, dos bañeras, una especie de bidé -uso femenino- y una ducha enjaulada. La imagen es promocional, entre un conjunto de 15, de 1920, donde se mostraban además jardines ornamentales y parques que rodeaban al recinto. Lo que pudiera ser una sala de baño y formar parte del mobiliario de un balneario decimonónico, modernista, en realidad lo era, entre las estancias de un psiquiátrico, el de Conxo, El primer sanatorio psiquiátrico de Galicia (1885), y el único durante décadas (en Ourense, el primero sería el de Guizamonde, 1945, con Cabaleiro Goás).

Sobre Conxo pesa la leyenda negra derivada del gran número de internos -hasta 1.500-. En el psiquiátrico de Toén (59-60), cuando funcionaba como tal, ”nunca se superaron los 170, y con una proporción entre enfermos y número de pacientes adecuada”. Lo cuenta David Simón Lorda, psiquiatra, quien, en compañía de otros facultativos, trenzaron un camino previsible -los estudios existentes apuntaban a ello- entre la enfermedad mental y el uso de la hidroterapia como parte del tratamiento, y así dejaron constancia de ello en un trabajo presentado al Congreso sobre la Psiquiatría Gallega, en 2012.

La histórica imagen de Conxo buscaba clientes para el centro sanitario, el denominado Manicomio Central de Galicia, un centro primero privado, de beneficencia después, que concertaba internamientos con las distintas diputaciones provinciales.



Primeros pasos

La psiquiatría entonces estaba en pañales; rastrearon -Arquivo Central de Galicia- los expedientes clínicos de pacientes de Conxo entre 1890 y 1915: “Recogimos fechas de ingreso, diagnósticos y tratamientos hidroterápicos y sus diferentes asociaciones; ninguno de los informes estaba firmado por los facultativos”.

Desde antiguo se sabe del poder curativo de las aguas: “Hipócrates recomendaba el agua fría como sedante para la melancolía; Celso, para la locura triste; Areteo, para el frenesí y el síncope”, relatan en el prólogo. En el estudio queda constatado que tanto Timoteo Sánchez Freire, como Juan Barcia Caballero, los dos primeros directores y catedráticos de medicina, empleaban con los internos diferentes tratamientos hidroterápicos, “baños prolongados, ducha escocesa, duchas frías, calientes, afusiones frías, en muchas ocasiones combinados con otros tratamientos como bromurados, opiáceos”. La enfermedad mental, siempre recelosa en los términos, entonces se referían a “diagnósticos de idiocia, demencia, delirio crónico, locura epiléptica, manía, melancolía, locura circular, locura puerperal”. Pero los hábitos balnearios no sólo quedaban en el psiquiátrico -aunque era de beneficencia, también admitían clientes de pago, con derecho a asistente y con una alimentación diferenciada-, también desde Conxo se trasladaban a algunos internos hasta el Balneario de Tremo-Brión, cercano al psiquiátrico. La pasión de ambos directores, bien por esnobismo derivado de los gustos de la entonces creciente clase media, bien por fe ciega en las terapias minero-medicinales, fue coincidente con la época gloriosa de los balnearios.

El estudio incluye también las memorias de la prolija red de balnearios gallega, a donde acudían numerosos clientes con problemas de “orden neurótico (diagnosticados como histeria, neurosismo, neuroastenia...) y psicosomático (reumatismo nervioso, clorosis, dispepsias, herpetismo, parálisis)”, en donde eran diagnosticados y tratados por los médicos de cada establecimiento, informes que incluyen, como el de Baños de Molgas -1894- también el grado de efectividad en los tratamientos según los pacientes.



los psicofármacos de la época

¿Qué es lo que se estaba haciendo en el psiquiátrico? Las terapias -baños tibios prolongados, las sangrías- junto con el láudano -opiáceo-; el bromuro, “para calmar las agitaciones y para dormir”, cuenta David Simón, no sustituían a nada, puesto que no había medicamentos. Los primeros tratamientos en llegar, el electroshock, es de los años 30; los primeros psicofármacos llegarían en los años 30/40; los antipsicóticos -flufenacina-, y ansiolíticos -benzodiazapina-, en los 50.

“Por el Real Decreto de Internamiento de Dementes, 1885, los enfermos con síntoma de agitación aguda ingresaban en depósitos y cárceles municipales durante tres meses a la espera de ser internados en un centro regulado por la beneficencia como Conxo, o Valladolid, Barcelona”, apunta.

La era del Prozac -1990-, las expectativas puestas en la genética, las nuevas generaciones de anti-
psicóticos, “con mucha potencia, sin efectos secundarios han puesto a las enfermedades mentales y su complejo catálogo de variedades en un camino más ordenado”. Todo ello hace hoy que la mirada a determinadas prácticas decimonónicas se nos presente cuando menos pintoresca. Y también, una pregunta, ¿pudieran ser las prácticas hidroterápicas alternativa o acciones preventivas contra las enfermedades mentales? El médico discrepa, imagino que con la mente puesta en los potentes psicofármacos, también pensando en el coste, de cubrirlo la sanidad pública; lo contempla como terapia complementaria de recuperación y rehabilitación.

En la actualidad, entre los balnearios ourensanos hay dos que por tipología de las aguas poseen radón-gas radioactivo de origen natural, con propiedades sedativas y analgésicas, en algunos trastornos psiquiátricos, el de Partovia, inmerso en obras sine die, y el de Baños de Molgas. Sólo de pensar la opción balnearia, me relajo. En serio.

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