REPORTAJE

Historia de la estatua del Padre Feijóo

Hace hoy 127 años, un 8 de septiembre de 1887, se inauguraba la estatua del padre Feijoo en la ciudad, en un acto solemne que es recordado especialmente este año, cuando se cumplen 250 de su muerte

Todo, es decir, la decisión de dedicar una estatua alpadre Benito Jerónimo Feijoo en la ciudad de As Burgas, empezó con la creación de una Comisión, en 1875, encargada de poner en marcha la vieja idea lanzada 20 años antes de levantar un monumento al ilustre pensador, ensayista y polígrafo ourensano, que pasó a la historia como uno de las más destacadas figuras de la Ilustración española. La comisión la formaban destacados señores de la localidad: el marqués de Leis, Manuel Pereiro Rey; Juan Manuel Paz, Venancio Moreno, Tomás Portabales, Valentín Lamas Carvajal, Juan Sieiro González, Ramón Pedrayo Silva, Feliciano Pérez Bobo, Joaquín Vila , Constancio López Corona, Arturo Vázquez y Juan A. Saco, quienes , aprovechando el segundo centenario del ilustre fraile, ponen manos a la obra para que el proyecto se haga realidad. Su primera actividad es levantar un pedestal sobre el que iría la estatua del ilustre ourensano . Como suele suceder, en 1880 la Comisión se encontraba con que no podía continuar el proyecto por falta de dinero.

Este primer boceto presentaba al Padre Feijoo sentado y era obra del médico y escultor francés Georges Prosper. Se llevaría a cabo en el Instituto Real de Arte Cristiano de Munich. Se trataba de una estatua con una altura de ocho metros y 40 centímetros, con un peso de 2.500 kilos, fundida en bronce, con un espesor de cinco centímetros en las partes más delgadas. Tardarían 15 meses en hacerla y se entregaba en el puerto de Vigo, con un coste total de 25.000 pesetas de la época. La Comisión informó que en ese momento, año 1880, sólo tiene 5.000 pesetas. Para conseguir las 20.000 que faltaban, le propuso a la Diputación que echase mano de las acciones que tenía del ferrocarril Ourense-Vigo, con lo que no tendría que tocar el dinero del presupuesto. Mientras la Diputación se lo pensaba, la Comisión comenzó una campaña de recogida de dinero. Editó un folleto con las obras literarias ganadoras del certamen literario celebrado en 1876 en honor del Padre Feijoo y lo envió a los obispos de las diócesis de todo el país, pidiendo a cambio que colaborasen con dinero para la estatua. El obispo de Ourense, el más generoso, donó 1.000 reales y el Cabildo prometió que iluminaría la torre de la Catedral y tocaría las campanas. El obispo de Urgel contestó que no tenía un céntimo, el de Orihuela mandó 25 pesetas, el de Palencia 500 reales, el de Valladolid 10 reales y confesó, además, que le avergonzaba la cantidad; el de Osuna explicó que no colaboraría porque no estaba de acuerdo "con el sentido en el que Feijoo aborda algunas cuestiones". Los obispos de Oviedo y Valencia tampoco mandaron nada y del resto no hay constancia.

Al final, el proyecto del escultor francés sería sustituido por el definitivo, con Feijoo de pie. Es una obra del escultor catalán señor Soler, fundida en bronce en Barcelona con un coste total de 30.000 pesetas.

Entre los gastos del acto de inaguración hubo que contar con las 1.000 pesetas, que cobró la Banda municipal de Música, 500 para los músicos y 500 para el director de la Banda, don Felipe Pascual.



UN JARDIN DE 75 ARBOLES

El lugar elegido para colocar la estatua serían los terrenos propiedad del Obispado en la parte de atrás del Seminario de San Fernando, en el centro de la ciudad, que hubo que expropiar. Se empezó por levantar el muro que acotara los nuevos jardines, cuya creación se encargó al jardinero vigués Isidoro Dariere, quien incluyó en su proyecto la plantación de 75 árboles, 125 plantas vivaces, 500 plantas ornamentales, 10 kilos de semilla de Ray-gras, arbustos y rosales. El coste total fue de 225 pesetas. En la elaboración del proyecto, que Dariere dirigió desde Vigo, éste se quejaba de que las plantas se estaban colocando muy juntas y de que no se cuidaba el riego. Por su parte, la Comisión pidió al alcalde que pusiese vigilancia para que los jóvenes no estropeasen las plantas



CRóNICA SOCIAL

Como era habitual en aquellos tiempos, el Liceo se sumaba al homenaje con un premio de 500 pesetas para el Concurso de Orfeones y organizando un "baile de etiqueta" al que asistió doña Emilia Pardo Bazán. El cronista Adrio Menéndez escibiría en su libro -"Del Orense Antiguo" (1935)- la crónica del baile, de la que fueron protagonistas los caballeros: "Todas las elegancias del vestir masculino exhibiéronse con tal oportunidad. Quince días antes no dieron paz a la mano, a la tiza, a la cinta métrica y al cartabón, los sastres más reputados de esta ciudad. En sus obradores no dejó de sentirse ni un instante el monótono pedaleo de las máquinas de coser. Las prendas de talle, cónsul entretela áspera y engomada y sus forros de seda, sujetos con hilvanes que se cruzaban y perdían en hebra larga y retorcida, se iban colocando sobre el mostrador, donde el maestro las examinaba para la prueba. Y llegado el momento, cuando el individuo en mangas de camisa, convertido en maniquí viviente, se ponía ante el espejo, el profesor de corte sentaba el cuello, modificaba el cruce del faldón o rectificaba el sitio de un ojal, diciendo al mismo tiempo: "Esto cae de maravilla; a ver, dé la vuelta … ¡vaya un figurín!...¿Qué? ¿Le molesta en los sobacos?". Y descose aquí a punta de tijera; prende allí con alfileres y señala allá con el azulado jaboncillo; la prenda se termina pocos días después a golpe de plancha, que abate dobleces y costuras humedecidas por la esponja".

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