REPORTAJE

As Ermidas, el último refugio de quienes perdieron todo

photo_camera Fachada principal del santuario de As Ermidas, en O Bolo

Una decena de personas que carecen de medios para alimentarse o para tener un techo pasarán las Navidades al cobijo del santuario de As Ermidas, en O Bolo

El final de la crisis, que anuncia a bombo y platillo el Gobierno Central, no reza con aquellos que perdieron todo. Una decena de personas que no tiene dinero para alimentarse, ni les alcanza para pagar un techo que les cobije, acudieron al santuario de As Ermidas en busca de refugio. "Son personas que vienen buscando un sitio donde vivir sin tener que pagar", explicó José Antonio Crespo Franco. Es uno de los tres curas que viven en el edificio del antiguo seminario, acompañados por siete seglares.

Estos días son diez los indigentes que llegan al templo, pero la presencia de los perdedores de la crisis en As Ermidas se hace habitual a lo largo del año. Muchos viajan desde otros lugares de Galicia, pero también acuden desde el País Vasco, Cataluña, Andalucía, Navarra o Castilla y León. En esta aldea, levantada en una orilla del río Bibei, no encuentran demasiadas comodidades. Todo lo contrario: aquí, las habitaciones carecen hasta de calefacción. "Se ponen tres mantas en la cama. Antes, la gente no se moría", explicó el sacerdote. Antaño, tampoco había defunciones por trabajar, pero hay quien prefiere mendigar a labrar la tierra, cuidar las ovejas o ayudar en la cocina. Y es que quienes viven en As Ermidas lo comparten todo: lo bueno y lo malo.

Muchos no lo soportan. José Antonio Crespo comentó que se están dando casos de jóvenes que no soportan estar sin tabaco o no tomar café. Duran dos o tres días. Después retoman su camino hacia ninguna parte, de albergue en albergue. "La gente mayor suele ser distinta. La gente joven prefiere pedir limosna antes que ajustarse a nuestro régimen de vida", dijo. "Aquí se vive como en una familia. Cada uno ofrece su trabajo, pues buena parte de lo que se consume en la casa se produce aquí", añadió.

Además de quienes visitan As Ermidas buscando un lugar donde vivir, están los que acuden para disfrutar de varias jornadas en un ambiente de espiritualidad. En las Navidades son más numerosos que los indigentes. Se aproximan al medio centenar, aunque su número depende en buena medida de las adversidades meteorológicas y es que no todos soportan durante mucho tiempo la carencia de servicios básicos como la calefacción. La mayoría no pasa más de tres días, pero ese tiempo lo da por bien empleado. "Notamos que las personas que vienen con una fuerte disposición se van con una experiencia de encuentro con Dios", comentó José Antonio Crespo. El ambiente de oración y trabajo, sumado al clima de respeto y cariño que encuentran en esta comunidad no hacen sino reafirmarlos en sus creencias religiosas.

El reparto de las horas del día invita al recogimiento. La jornada comienza a las 6,30 horas. Desde ese momento, el trabajo y los rezos apenas dejan tiempo a las comidas en el refectorio común, el único lugar del seminario dotado con una estufa de leña. En enero, la donación de una cocina calefactora permitirá calentar el ambiente de algún dormitorio, aunque el calor no llegará a todos.

A pesar de los sinsabores, José Antonio Crespo realizó un balance positivo de la acogida. "Estamos muy contentos. La labor con la gente que viene es una fuente de satisfacción", comentó.

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