Cartas al director

Alfonso Guerra, un ominoso personaje

"No se preocupen ustedes, que no olvidaremos nunca a Carrero Blanco. Soy perfectamente consciente de ello, de nuestra boca no saldrá jamás una crítica contra el almirante Carrero Blanco” (Confesión de Felipe González al general Fernández-Monzón, en las memorias de este último editadas por Esfera de los Libros, 2014, bajo el título “El sueño de la Transición).

Traigo a colación este episodio, tras leer las manifestaciones de Alfonso Guerra zahiriendo a la Memoria Histórica, desdeñando a las víctimas del franquismo. No me consta que sea deudo de familiar asesinado o torturado durante la dictadura franquista. Como tampoco me consta que en el citado período haya sufrido ni siquiera persecución alguna por la criminal Brigada Político-Social. Ni él ni su compañero de fatigas, Felipe González. Otro que tal baila.

Coincide en los mismos planteamientos con los políticos del PP. Olvidar el pasado ignominioso. Olvidarlo para que no descubramos la verdad, que se simplifica, en la complicidad de su partido con la dictadura, y, así, recibir los beneficios en la Transición, que no fue otra que una restauración borbónica, como la habida en el siglo XIX, reimplantando una democracia representativa dominada por un bipartidismo. Los jóvenes a quienes insulta tienen el derecho y el deber de conocer nuestra historia. Actuar en el presente en base a conocer el pasado.

Este personaje estará agradecido a Carrero Blanco, que es decir a Francisco Franco. Por tanto, emulando al epitafio de Shakespeare en su tumba, maldice Guerra  a quien intente remover los huesos del dictador. No, Franco no está muerto. Y no está muerto porque vive en el recuerdo e ideario practicante de sus herederos políticos o de legatarios, que dentro de éstos está el personaje. Miembro de una organización política, que recibió el bautismo como fuerza opositora, merced al patrocinio de la Socialdemocracia, la CIA, y los buenos oficios de Carrero Blanco, de la mano de Fernández-Monzón, a la sazón enlace de los servicios de inteligencia de la CIA en España. Sin olvidar al capital, al que pusieron en sus manos privadas, parcialmente empresas estatales, muchas de ellas muy rentables y de sectores claves como Endesa, Repsol, Argentaria, Telefónica, entre otras. Al amigo venezolano Gustavo Cisneros le concedieron  el mayor pelotazo que yo recuerdo en el mandato del PSOE. Expropiada a Ruiz Mateos Galerias Preciados, se le vendió a Cisneros por 1.500 millones de pesetas, quien al cabo de 3 años, la revendió por 30.000 millones. La merma para  del Estado fue, pues, de 28.500 millones. Era el bum de la socialización de deudas y privatización de beneficios.

No esperaba menos de este fulano, que se las da de intelectual. Es un bocazas, un político de lengua viperina ajeno al dolor de deudos de  compatriotas, muchos de ellos andaluces, que dieron sus vidas por la libertad, de la que él  ha logrado beneficios sin un ápice de sacrificio.