Opinión

Con los ‘embalatges' de Leandro Sánchez

Es el mundo un lugar de paso. Mas, ¿qué es el paso si no ese movimiento del pie que mide, con ritmo, un compás, que extiende y despliega, de una parte a otra, nuestro destino, en el espacio? El de Leandro Sánchez es, desde las obras que despliega ante nuestros ojos, una idea. Esta es, desde sus trazas y talentos, un concepto. Cada artista nos ofrece su cosecha tras la siega, dispuesta como las medas en la era, antes de separar grano y paja. Cada meda da forma a una posición, o postura que, en nuestro artista de hoy, no es precisamente convencional. Son Van Eyck, Vermeer, Edward Hopper, Picasso, Da Vinci o Van Gogh, su canon visual. 


Desde alguna de sus famosas obras compone su melodía plástica, funcionando en la partitura como si de un bajo continuo se tratara. Ellas son hitos visuales en los que anclar las miradas. Cuando nos detenemos, el pintor pone a prueba la memoria cultural. Es uno de los retos que nos propone, desde la obra elegida; mas aquí son los propios envoltorios, que las velan, los protagonistas, unos se asemejan a livianas protecciones de papel; siendo cajas otros de los ‘embalatges’ del artista mallorquín. Desde colores y texturas, con fragmentos de cuerdas, y otros elementos que rebasan los marcos, busca siempre prolongar la percepción, la duda, en un afán de veracidad.

Todo ello en la Sala principal de la planta baja del Centro Cultural de la Diputación, que desde el dos del presente nos muestra estas composiciones temáticas en las que, como realidades opuestas, hay tensión entre el fondo y el primer plano. Estamos dispuestos a pensar que este nos molesta por el ímpeto del que desgarrando el embalaje nos descubre la obra oculta, creyendo que valor está en el plano posterior. Mas es una impostura, pues el artista los equipara, y hace que nos preguntemos dónde está el cuadro. Con su arte preciso deposita una duda, y desnuda, con método y apostura, el pensamiento impostor.


Entrelazadas con ellas van otras obras, realizadas desde una inspiración más libre, en las que muestra los límites de la realidad, cómo en el cuadro de sus bastones… Para nosotros, la más explícita de toda la exposición es la que, con Antonio López de base (Vista de Madrid desde a Torre de Bomberos de Vallecas, 1990/2006), transmite una visión crítica de la belleza al presentar tanto el objeto pintado como el lugar desde donde la realiza. 


En el rojo embalaje pinta Leandro una tira de papel pintado en el que se lee un texto del pintor manchego: ‘una obra muere cuando deja de tener interés para el autor’. Ahora, tras esta exposición, que viene a sumarse a otras recientes en la ciudad, como ‘Museo en obras’, el camino de este artista que se ha asentado entre nosotros con sus saberes plásticos, tras venir desde su isla hasta nuestro mundo del noroeste de magia verde y niebla atlántica, parece tener otro paso…

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