La muralla china del Gerès-Xurés

La gente se echa al campo por festivos. Nosotros lo mismo cuando de camino hacia una de las dos fronteras que Lobios tiene, con impensada parada técnica para aprovisionarnos de sendos sacos de mandarinas que una ambulante portuguesa vendía en el mismo puente de A Malleta, junto a la gasolinera, insistiendo que su fruta no de Ermelo si no de Amares, y sabrosas parecían y lo fueron al degustarlas cuando donados de una docena de ellas aun de tallo y hojas por la ambulante. A la búsqueda de pan más adelante, hallamos que se nos vendería una barra como de masa madre… a saber. Estamos en la frontera suroeste de la provincia, término que proviene del latín pro vincere-(vencer al enemigo o así), luego de obligado libado de cafés en el Cubano de Lobios. Más arriba, por aquellas tierras, aparcados en la misma Portela do Homem, por donde pasaba la Geira, llamada así la parte lusa de la calzada Braga-Astorga, rellenada en su entrada por algún desmonte cuando erigidos los fronterizos edificios; un gran panel avisa de las excelencias del PNPG o Parque Nacional Peneda-Gerês, que conforman la sierra afilada del Gerês, las casi romas de la Amarela y Soâjo, a modo de colchón, entre la primera y la extremadamente rocosa de a Peneda. Aquella frontera bulle de montañeros de Braga, Amares, Vilaverde y las tierras de Bouro, principalmente por casi vecindad. Gente joven dispuesta más que a hacer rutas, visitar las cascadas del rio Homen y sus prodigiosas pozas, ir por enlosada pista arriba hacia las minas de wolframio de Os Carrís los aguerridos y aun los más, crestear, a caballo de los dos países, por los fronteros marcos de la sierra Cruz de Piñeiro donde el Altar de Cabrós, porque allí escenario, dicen, de luchas de machos cabríos, en su cota más reconocible. En el amplio aparcamiento, lado luso, docenas de autos y una fuente siempre manante donde se aprovisionan todos porque difícil sustraerse al chorro permanente con la confianza de que ninguna pastante por encima que los acuíferos embostar pueda. Los que poseídos de cierto animus explorandi incluso se meterán por el tramo de la Geira, Via Nova, hacia el interior atravesando puente de madera y discurriendo por la siniestra ribera del ahora pantano de Vilarinho das Furnas, que represa al glaciar río Homem, procedente de unos nacientes casi al pie de las arriba citadas minas. Allí, a menos de una legua te toparás con una gran cantidad de marcos miliarios depositados en un mismo lugar. Con este ambiente, que por la tarde de incremento, partiríamos hacia las cimas de la sierra Amarela y la de Santa Eufemia, sin poder acometerla desde el lado luso porque inmediatamente una señal: pasagem interdito, con figura de montañero cruzado de roja flecha, obligaba a cambiar de rumbo, cumpliendo la norma para no acabar presos e fotografados, como por allá se decía. Como pertrechados para emprenderla a pie cuando las altas nieblas en nubes revertidas, con un primerizo resol, que después abierto, por entre pista con laderas de tanta quemazón que al espíritu incomodara; cuando se empinaba el camino entre carballos el panorama cambiaba y nos hacía creer cuanta contención al forestal incendio las frondosas ejercen, insistiendo alguno que porque no erradicaban esas kilométricas y alambradas redes sostenidas por postes de cemento, que antes función de contenedor de corzos y cabras montesas, ahora en desuso por la supresión de estos cercados que los biólogos consideran inapropiados, pero que nadie desmonta. De cierto sofoco al superar empinadas rampas recién aplanadas por las máquinas que comunican con el antenado alto de la sierra de Santa Eufemia, a caballo de una frontera que por aquí amurada, como de metro de altura en una longitud que nos haría evocar a la muralla China, salvadas las distancias, pero aquí no deja de admirar uno ese amuramiento, que con creces paga los esfuerzos gastados para llegar a verlo, y como por la hora incitación a comidas, a resguardo de la fresca brisilla ya del oeste ya del suroeste, con un más que resol, con la fachada, a nuestras espaldas, de un gran roquedal que dando al norte tiene la mayor rampa granítica jamás por acá vista. Brezos, aunque superados por el carqueixo aquí, algún tojillo rastrero que apenas incomoda y si el tránsito accidentado de mucha piedra rosada (de aquí lo de sierra Amarela) suelta, y de cuarzos que dan carácter allá por donde pisamos, cuando de monte a traviesa más atentos a nuestros pasos al revés de dos dispuestos canes, que en ambiente, aparecían y desaparecían o los veíamos a gran distancia y al poco a nuestros pies; un prodigio del montaraz cánido. La tarde de más grata casi en el ocaso que en el disfrutado día, cogeríanos suavemente caminando por un declive, que pista abajo nos llevaba, ya en las lindes, transitando por el PNPG, con la visión de las embalsadas aguas hasta el tope casi, de Vilarinho das Furnas, la gratificante vista frontal de los picos de Pé do Cabril, referente de la escalada lusa, del Borrageiro, sin avistar la traspuesta Rocalva, pero si el portentoso valle glaciar del rio Homem, un accidente geológico que nos traslada con la imaginación a aquellas masas gigantes del Cuaternario cuando las potentes lenguas glaciares descendían desde las planicies de Os Carris erosionando el valle y dejando el cauce del actual rio. Por aquí, ya en disposición de autos, nos aborda pareja de buen porte y mejor año, aunque de no caminera disposición, ella de Sâo Paulo y el de Rio de Janeiro, o sea que entre paulista y carioca la cosa se andaba. Como en demanda qué mejor itinerario, enviámolos allá por donde vestimenta y horario aconsejaban. De retirada, obligada parada en Lobios ( que a uno le trae a la memoria de cuando con Antonio Tejada y su fiel guardián O Rato subía a las minas de wolframio de As Sombras, las cuales en tratos para venderlas al grupo Barreiros), con cafés en el Lusitano donde de charla con el camarero Albino, ejerciendo antaño de todo en el Cubano: de patrón de si mismo, de camarero de mesa y tras la barra, y si se terciara, hasta de cocinero, en tal y frenética actividad que más le valdría estar asalariado que de amo ejerciente, a la carrera y estresado, proclive a algún cardiológico susto, primo este Albino, del eximio Pepe ”Ficheira”, pereirano-entrimeño, de afición, etnógrafo, por demás, por experto en saberes de frontera, colector de leyendas y ocasional contrabandista, como distintivo de raiano que se precie, trasmisor estimado por el mismo Méndez Ferrín, de Arraianos, capaz de un retiro aldeano como el que Horacio, el latino poeta, protegido de Mecenas, cuando entregado al cultivo de su huerta con sus propias manos en su retiro de Sabina, pero en este caso que me ocupa para colmar las despensas de amigos más que las propias y sin añorar Ficheira la ciudad a donde el poeta con frecuencia acudía. Estando de tan voceada como amena charla a cuatro bandas, en la que más uno que los tres restantes la cantante voz llevaba, apareció Javier, el dueño, de esos del ojo del amo engorda al caballo, como previsor, atento, y no tuvimos oportunidad de si obsequioso con parroquianos, pero se supone. Y así dejamos Lobios, de tránsito por la vieja carretera, puesta al día y con puentes sobre el rio Requeixo y el Salas, dejando a diestra las casas rurales de a Feira, regida por un luso ciudadano, que complementa con caballos, kayaks, bicis, y la de Baralló, experto en cocinar rico, como referentes a pie del Xurés, a la ”sombra” del roquero Castelo de Arauxo.