el hombre respecto a los animales

Hay naturalismos y ecologismos que consideran que el hombre debe someterse tanto al mundo, como a sus minerales, vegetales, animales y hasta no interferir en las radiaciones cósmicas y solares. Ciertamente el hombre, por sana y equilibrada disposición de todas las cosas a su servicio, no deber abusar de su capacidad tecnológica abrasando bosques, esquilmando bancos de pesca, destruyendo el paisaje, contaminando la atmósfera o extinguiendo especies.
Toda la creación tiene su valor específico y debe ser reconocido y respetado. Pero el hombre, ese ser desfalleciente, debe dirigir su acción sobre el mundo para la satisfacción ordenada de todas sus necesidades, ya que él es el ser sufriente por excelencia y menos dotado (como consecuencia del Pecado Original) por la propia naturaleza en los procesos de adaptación para la supervivencia.

Como afirmó el entomólogo O. Wilson el hombre es junto con las hormigas, las termes y las abejas melíferas, uno de los seres, siguiendo a Aristóteles, sociales por naturaleza, no simplemente gregarios. Y su sociabilidad le constituye en altruista y generoso. La libertad del hombre no destruye la naturaleza, simplemente de forma prudente la utiliza para satisfacer las necesidades que las hormigas siempre tienen garantizadas.

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