Humberto Michinel

n n nMi padre, Humberto Michinel, falleció hace un mes en el Hospital Santa María Nai, concretamente en una habitación de la planta de Oncología y Cuidados Paliativos. Fue un hombre extraordinario: no levantó un imperio tecnológico, no era un personaje famoso. Consiguió dos cosas mucho más raras y difíciles:
Por un lado, como dijo mi hermano en una ocasión, 'no conozco a nadie con quien no se llevara bien'. De hecho, tampoco yo conozco a nadie más con su particular don de gentes, que le capacitaba para tratar con las personas saliendo airoso de cualquier situación que se le plantease, manejándose desde el respeto, el buen humor y con grandes dosis de 'mano izquierda', lo que le granjeó durante toda su vida el afecto de su extensa familia y vecinos y conocidos.

Por otro lado, mi padre hizo auténticamente felices a su esposa, hijos y nietos.

Y nosotros, desafortunadamente más que él, tuvimos la desgracia y la suerte en sus últimos aciagos días, de conocer a otras personas extraordinarias: el personal de la antes mencionada planta del Hospital.

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