La polifacética cantante demostró en el Palau que no está dispuesta a ceder el trono del pop

Madonna desata la locura en su primera cita en Barcelona

Madonna, ayer durante su primer concierto en Barcelona. (Foto: ALBERT OLIVÉ)
Madonna encandiló ayer a las más de 20.000 personas que abarrotaron el Palau Sant Jordi de Barcelona, en un concierto que ha servido para demostrar que piensa aferrarse con uñas y dientes al trono del pop, pues hubo incluso indirectas más que evidentes a la que se postula como su sucesora, Lady Gaga.
La ambición rubia llegó a España para presentar las canciones de su nuevo disco, 'MDNA', y lo hizo en un concierto de más de dos horas, de puesta en escena cinematográfica, coreografías continuas en el que no faltaron símbolos marca de la casa, como la iconografía religiosa y su gusto extremo por los crucifijos. En lo alto de un altar, como una virgen totalmente cubierta con un velo negro, coronada y con una metralleta, Madonna dio el pistoletazo de salida con 'Girl gone wild', un disparo casi literal, pues también actuó armada en 'Revolver' y en 'Gang bang', donde protagonizó una sangrienta escena en la habitación de un motel.

A sus 54 años, Madonna se pasó todo el recital dando saltos, escalando, haciendo funambulismo sobre cuerdas elásticas, a rastras por el suelo o siendo sacudida por sus bailarines: el mantra 'soy biónica, soy supersónica' se escuchó de fondo mientras cantaba alguna que otra canción.


CASI SIN RESPIRO

El primer y casi único respiro llegó casi en el ecuador, cuando cantó 'Masterpiece', el tema principal de su última película como directora, 'W.E', que cantó junto al grupo vasco Kalakan, que aprovechó para cantar en euskera 'Sagarra jo', en el momento más exótico y surrealista de todo el recital. El tema fue precedido de uno de los pocos momentos de interacción con el público. 'Todos formamos parte del mismo ADN, somos uno, estamos unidos, no importa de que color es nuestra piel, nuestras creencias o la orientación sexual', dijo.

Destacó especialmente el vestuario diseñado por Jean Paul Gaultier, que luce especialmente en 'Vogue', y que entonó con una reinterpretación del célebre sujetador de conos de principios de los años 90, esta vez convertido en un negro corsé de dominatrix, pero con elegante camisa blanca y corbata negra.

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