Esclavos para los coliseos del fútbol de Qatar

Trabajadores protegidos contra el sol en la construcción de los estadios de Qatar.
photo_camera Trabajadores protegidos contra el sol en la construcción de los estadios de Qatar.

En apenas un mes comenzará el Mundial de fútbol de Qatar. El evento deportivo del año se desarrollará en unas instalaciones de última generación, con un presupuesto oficial de 1.700 millones de dólares, del cual una ínfima parte terminará en los bolsillos de sus obreros.

Diversas asociaciones y medios de comunicación han destacado en los últimos días algo de sobra conocido. Las condiciones esclavistas y de inseguridad de los obreros que han construido los estadios.

Resulta paradójico que en uno de los paises de mayor renta per cápita del mundo se recurra a peones extranjeros, amontonados en barracones, malpagados y explotados, sin derechos ni descanso. Existen informes que alertan de casi 7.000 muertos a pie de obra desde el comienzo.

"Es mentira. Como mucho fallecieron tres", afirmó Nasser Al-Khater, miembro del comité organizador. La FIFA, en cambio, se muestra favorable a crear un fondo de compensación para las víctimas. Quizá sí son más de tres.

El Coliseo de Roma, una magnífica e intemporal obra, se levantó con sangre y sudor de los esclavos para disfrute del pueblo. Casi dos mil años después, la historia parece repetirse en el Mundial de Qatar. No hemos mejorado mucho.

Ni las humillantes condiciones laborales, ni su corrupta elección y poca idoneidad como sede, ni sus violaciones de derechos humanos, ni su ya probada relación con grupos terroristas causantes de todo tipo de tropelías... Nada parece importar a una FIFA vendida a los petrodólares.

Mucha pose y eslogan, para conceder su evento estrella a una dictadura donde la homosexualidad y el adulterio suponen siete años de cárcel y latigazos. Llenar el bolsillo y mirar a otro lado. Así es la FIFA.

 

Futbolistas en la revolución del velo de Irán

Imagine que corre por el paseo del Miño y un policía le detiene, le multa, le pega y encierra en un calabozo por llevar una malla, el pelo suelto y realizar actividades "contra la moral".

Imagine que tiene una competición internacional y no puede salir de España, porque su marido, celoso, no le permite salir de casa.

Estas situaciones, propias de la Edad Media, son cotidianas en Irán. Antigua capital del Imperio Persa, era el país más avanzado de su región a finales de los setenta, hasta la nefasta revolución islámica de 1979, que lo ha sumido en la miseria y oscuridad.

La ruptura entre la estricta generación de esa época y la nueva, deseosa de librarse del yugo del Corán, está provocando todo tipo de protestas y revueltas en el país, con incierto futuro. No existe una oposición organizada -fue exterminada por el régimen- y los cambios deberían producirse desde dentro, algo más que complicado.

Muchos deportistas, hartos de las carencias y de las prohibiciones, se han sumado a la llamada "revolución del velo", mostrando su apoyo a todas las reivindicaciones, en especial las de las sufridas mujeres.

Los futbolistas, muy admirados en el país, desafiaron al régimen protestando durante el último partido internacional. Pronto se verá si hay represalias de cara al Mundial, en el que Irán participará.

Jugadores retirados como Hosein Mahini permanecen encarcelados por instigar a la rebelión. Ali Daei, con experiencia europea en Berlín, permanece retenido, según denuncia su antiguo club. Ali Karimi, goleador con la selección, escapó del país para evitar la cárcel y la tortura.

Después de sancionar a Rusia ¿hará lo mismo la FIFA con Irán? Sobran los motivos. Faltan la valentía y un criterio propio.

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