El Cigarrón es la figura característica del Entroido de Verín, un personaje al que nunca se le ve la cara, que viste un elaborado y extravagante atuendo que llega a pesar hasta veinticinco kilos. No falta una fusta con la que atemorizar a los vecinos. Es el Cigarrón un personaje que algunos remontan al siglo XVI y que todavía hoy en día continúa imponiendo su ley. Llevar el atuendo de cigarrón se sigue considerando un honor, transmitido de padres a hijos. De hecho, vestirse supone todo un ritual que necesita la ayuda de varias personas.
¿Cómo es el traje del Cigarrón?
El cigarrón lleva como ropa una camisa blanca con corbata roja (en la actualidad de colores variados) y por encima una chaqueta corta de seda con galones y ornamentos dorados. Cubriendo los hombros, atavíos de militar con flecos dorados y paño de colores sobre ellos, sujetos con broches femeninos. La chaqueta no cierra en el pecho, se asegura con unas lazadas. En la cintura, faja de varias vueltas y por encima de ella el cinto de cuero del que cuelgan, preferiblemente por detrás, seis grandes chocas. Estas chocas de cobre se alternan según sea su sonido, grave o agudo. Además de ir alternadas, deben también estar concertadas para que produzcan su sonido característico. El arte de los cigarrones consiste precisamente en mover con soltura las chocas, usando el propio movimiento del cuerpo. Cubriendo las piernas llevan calzón corto con trenzados de lana blanca y de color, flecos y borlas, en las que predominan los colores rojos y verdes. El resto de las piernas se cubre con medias blancas sujetadas por ligas. En los pies, calzado de zapato negro y corriente. En la mano llevan una zamarra o látigo del que pende un pellejo de piel.
La historia del Cigarrón de Verín
Antiguamente, los cigarrones de Verín pedían dinero, costumbre que originó la copla “Cigarrón, lapón, mete el dinero en el bolsón”, dirigida a los enmascarados tiempos atrás por la rapazada que iba detrás de él. Uno o varios cigarrones podían acorralar a los viandantes y obligarlos a que en la taberna más próxima invitasen a un vino. La obligación de ser invitados en tascas y casas también era algo corriente en la villa, siendo trocada posteriormente por miedo de tener que alquilar la vestimenta de quién quisiera disfrazarse de cigarrón, sustituyéndose de este modo la invitación en especie por la recaudación monetaria.
La leyenda lo describe como cobrador de impuestos y como levantador de caza de los Condes de Monterrei, señores del Valle de Verín y buena parte de la provincia en el antiguo régimen. Esto no pasa nada más que por una leyenda que debe ser entendida casi a nivel anecdótico. Su origen real sigue siendo una incógnita enigmática e indescifrable para cuantos investigadores pretenden desvelar su pasado, que seguramente se remonta a los orígenes del ser humano en ritos ceremoniales.
Mientras, el sonido de sus chocas, metálico y penetrante, sigue colmando de armonía las calles y plazas de Verín en estas jornadas festivas. En cualquiera de los casos quizá esta falta de seguridad para definir su verdadero origen le genera un toque más mágico aún.
La máscara del Cigarrón
Consta la máscara del cigarrón de una careta trabajada en madera y pintada de modo que en ella se resalten las cejas, las mejillas, un amplio bigote y una sonrisa cínica, mostrando la dentadura y una falsa barba. Colgando de la careta aparece una suerte de mitra de hojalata pintada con motivos diversos, predominando los vegetales y los animales, siendo muy frecuente, quizá tradicional, la representación del sol pero también de la luna. En la actualidad, son reemplazados por representaciones de tipo zodiacal.