Las claves

El futuro que desea Iglesias... y el que tendrá

Irene Montero y Pablo Iglesias, momentos de complicidad en los escaños del Congreso.
photo_camera Irene Montero y Pablo Iglesias, momentos de complicidad en los escaños del Congreso.
Amigos de Irene Montero afirman que está triste. No soporta el acoso al que le someten los vecinos de Galapagar

Hace tiempo que explica que se ve en el futuro como conferenciante de alto nivel, participando en toda clase de foros políticos internacionales. Ese sueño de Pablo Iglesias quizá lo comentaba con naturalidad porque era consciente de que su partido se encontraba en un declive que hacía impensable barajar la posibilidad de convertirse un día en presidente del Gobierno. Aunque no lo reconocía, claro. En el ADN de cualquier político está el optimismo desbordante, muchas veces fingido para no desencantar a sus votantes y propiciar su huida. Pero Iglesias, que se ha equivocado mucho en cuestiones de estrategia política pero mantiene la capacidad de reconocer la rotundidad de los hechos, ha asumido hace tiempo que como vicepresidente segundo había llegado a lo más alto de su carrera. 

No pensaba dejar ahora el Gobierno, pero era consciente de que si Podemos tenía otro mal resultado en las elecciones madrileñas, sería irreversible la debacle del partido, así que intentó frenarla con un candidato o candidato de peso. Se lo pidió a Irene Montero, que dijo que no, y aunque barajó algún nombre más, los más potentes tampoco se prestaron a la idea. Así que decidió dar el paso él mismo, aunque se le amontonaron las contrariedades: la primera, la negativa de Más Madrid de ir juntos a las elecciones, negativa acompañado de un monumental zasca de su candidata Mónica García, que presentó a Iglesias como un político prepotente y machista. Después se encontró con que el Estatuto madrileño le obligaba a abandonar el Gobierno antes de lo previsto, lo que impedía cumplir su objetivo de hacerlo después de que se aprobara la ley sobre alquileres que él consideraba prioritaria. Anunció entonces que renunciaba a su escaño de diputado para dar más credibilidad a su candidatura: su decisión de dedicarse a la política madrileña era irreversible.

Irene Montero no se resigna a la pérdida de poder

Las cosas no han ido como pensaba, ni en el plano político ni en el personal. Siempre figurará en su curriculum que ha sido vicepresidente del Gobierno, pero figurará también que bajo su dirección el partido que fundó desaprovechó la oportunidad de convertirse en el gran partido de la izquierda, como planeaba. 

En el plano personal, con el tiempo se ha demostrado que la polémica compra del chalet de Galapagar fue un inmenso error. Dañó gravemente la imagen de Iglesias y Montero, ya dañada previamente por la forma en que Iglesias promovió la ascensión de su pareja en el partido y en el grupo parlamentario. Pero las críticas hacia su querencia por abrazar el tipo de vida de la burguesía y la clase media acomodada, después de presumir de lo contrario, hicieron tanta mella en Iglesias y Montero que convocaron una consulta a las bases sobre la compra de Galapagar. El resultado fue a favor, pero con una participación mínima. 

Amigos de Irene Montero afirman que la ministra de Igualdad está triste. No por su relación con Iglesias, ni una queja a pesar de la rumorología, pero considera el chalet el origen de una serie de problemas que afectan seriamente a su estabilidad emocional. Cuenta que no soporta el acoso al que le someten vecinos de Galapagar que siguen merodeando en torno al chalet a pesar de la vigilancia de la guardia civil, que ponen himnos patrióticos a todo volumen, y lanzan consignas con megáfonos. No pueden salir tranquilamente con sus hijos e incluso se sienten incómodos en el jardín por temor a que alguien pueda fotografiarles. 

Por otra parte Irene Montero ha comprendido que vivir lejos de Madrid es muy incómodo si se trabaja en Madrid y se tienen hijos pequeños. Debe acudir a las abuelas para que atiendan a los niños durante sus ausencias, la autopista está bloqueada hasta bien entrada la mañana, y la pérdida de tiempo en los desplazamientos es difícil de llevar. Iglesias dispone ahora de una vivienda en la sede de la vicepresidencia, que perderá al finalizar el este mes. Todo se les complica.

En lo político, existen dudas sobre cómo se planteará el futuro de Podemos con Yolanda Díaz al frente, por decisión de Iglesias pero con él marcando la estrategia del partido. No todo el mundo está de acuerdo, empezando por la propia Irene Montero. La ministra de Igualdad no tiene una relación especialmente estrecha con la que será vicepresidenta tercera a partir de la próxima semana, y prepara ya la estrategia para no perder influencia. Montero contará para ello con personas de su máxima confianza, como la nueva ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, íntima amiga suya desde que se conocieron en la universidad, y también con Juanma del Olmo, durante años mucho más que director de comunicación de Podemos, y que hoy ocupa una secretaría de Estado en la vicepresidencia de Pablo Iglesias. A Irene Montero no le interesan tanto los títulos como el poder, y diseña ya la manera de ostentarlo tanto y más que ahora aunque Pablo Iglesias no se encuentre al frente del partido. 

Difícil encaje en el mundo de las conferencias de élite

Iglesias es ahora candidato a la presidencia del gobierno madrileño, pero es impensable que llegue a presidente. Los sondeos coinciden en que es Isabel Ayuso la que tiene más posibilidades y, si no es ella, sería Angel Gabilondo. Para eso necesitaría Gabilondo no solo los escaños que pueda conseguir el PSOE, sino también los de los restantes partidos de la izquierda más los de Ciudadanos, que en el ayuntamiento de Murcia ya ha demostrado que no le duelen prendas en votar junto a Podemos. Pero incluso si salen los números para que el gobierno del PP sea sustituido por un gobierno de izquierdas, nadie, ni siquiera en Podemos, cree que Gabilondo le cedería la presidencia a Iglesias. Probablemente, porque ni él mismo lo contempla.

Y se llega así a lo apuntado al principio: el sueño de Iglesias es seguir siendo el principal impulsor de Podemos pero sin ocupar el máximo puesto –inteligente, porque si sigue la bajada hasta llegar a la irrelevancia a él no se le hará responsable- y conseguir presencia a través de su participación en foros internacionales. Además de sustanciosos ingresos, por supuesto. Hay agencias que se ocupan de buscar ese tipo de actividades para personajes que han ocupado cargos de relevancia política, o de biografía con éxitos en áreas empresariales, de la abogacía o de la justicia. 

Consultada una de esas agencias, que cuenta entre sus clientes a varios españoles de importante curriculum, explican que el perfil de Pablo no coincide con el que tiene más éxito en ese tipo de foros y conferencias del más alto nivel. “Los populismos, inicialmente, producen rechazo, sobre todo los de izquierdas. Por otra parte Iglesias no se ha caracterizado por grandes propuestas de gobierno, no es un personaje que provoque un interés exagerado por la novedad o el interés de sus iniciativas. Lo lógico es que se pueda mover sobre todo en los países latinoamericanos con regímenes afines a Podemos, donde con toda seguridad va a tener importantes propuestas porque conoce bien a algunos de los dirigentes de esos países, no solo a Maduro, y tiene contactos con el mundo intelectual y los movimientos sociales. Más difícil para él será que le llamen para participar en clubs, foros o universidades europeas y americanas. Ese es otro mundo.

El 4 de mayo se conocerá el nivel de respaldo que todavía tiene Pablo Iglesias, y solo entonces se podrá adivinar qué le espera en el futuro. En el que, por cierto, tiene causas judiciales abiertas pendientes de su pérdida de aforamiento. Lo que no se puede perder de vista.

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