Anxo Lugilde: "Ourense y sus termas fueron mi refugio en los peores momentos"

Foro La Región

El periodista y escritor protagoniza el próximo Foro La Región, centrado en la salud mental

Lugilde, en un sendero del Camino (ÓSCAR CORRAL).
Lugilde, en un sendero del Camino (ÓSCAR CORRAL).

El periodista gallego Anxo Lugilde hizo público en 2020 que padece depresión desde hace tres décadas. Ahora recoge en un libro, que lleva por nombre “La vieja compañera”, su larga lucha contra esta enfermedad. En su crónica, emplea múltiples referencias de la Segunda Guerra Mundial como hilo conductor, y compara a la depresión con el III Reich alemán. “Es una enfermedad totalitaria”, resume. Lugilde protagoniza mañana a las 20,30 horas en el Centro Cultural Marcos Valcárcel una nueva edición del Foro La Región, que será retransmitida a través de la web del periódico, www.laregion.es, y lleva por título “30 años de lucha contra la depresión”. Lo presentará Luis Docasar, Jefe de Psiquiatría y Salud Mental del CHUO.

Reflejó en redes sociales que Ourense fue importante para su recuperación.

Es la quinta ciudad más referenciada en el libro, con 41 alusiones. En el relato de mi vida, Ourense es un escenario muy importante y fue un refugio en los peores momentos. El psiquiatra y mi psicólogo me recomendaron acudir a las aguas termales. Aproveché la buena (y muy cara) conexión ferroviaria entre Santiago y Ourense, gracias a la cual viajaba de estación a estación en menos de 40 minutos, y hacía largas caminatas hasta Outariz. Llegaba a completar hasta15 kilómetros desde A Ponte, y, entre 2016 y 2017, realizaba esta práctica tres días a la semana. Esa combinación de agua termal y caminata me sentaba muy bien, sobre todo cuando padecía lagunas mentales y no me gustaba caminar por las calles de Santiago por si me reconocían. En Outariz había una masajista, Maica, que me daba masajes del alma, y llegué a redactar crónicas para La Vanguardia en la terraza del complejo termal. Y, aunque nunca escribí para La Región, tengo una larga relación con este periódico. Mi tesis doctoral se centró en el voto emigrante, y pasé decenas de tardes en su archivo para documentarme, ya que es una publicación clave de cara a referenciar la emigración europea en los años 70.

A lo largo de las décadas, ¿cómo cambió la concepción que tiene de su propia enfermedad?

Hoy lo llevo con una total normalidad, como una enfermedad más del cuerpo humano que, en estados graves como el que llegué a padecer y del que estoy saliendo, te secuestra y hace que tu cerebro actúe en tu contra. No piensas tú, la enfermedad lo hace por ti y lo hace en blanco y negro. Por desgracia, el cerebro es todo un agujero negro en el conocimiento científico. Y yo era de los que escondía que iba al psicólogo, e intentaba camuflar las bajas por depresión con otras enfermedades. Si ahora la depresión está estigmatizada, antes estaba maldita directamente. Y, en general, son más comprensivas las mujeres, quizás por una educación más enfocada en los sentimientos, aunque hay excepciones. Pero siguen manteniéndose mitos de una educación bárbara que esconde las emociones. Llevo 33 años con depresión. En el libro, empleo la metáfora de felicidad cesante, para referirme a todo lo que el depresivo se pierde, la suma entre lo que sufres y lo que dejas de disfrutar a causa de la enfermedad. Los expertos hablan de la anhedonia como la incapacidad de sentir placer cuando estás poseído por esta vieja compañera. No disfrutas nada y, si estás muy fastidiado, tienes ganas de desaparecer.

¿Qué le diría usted a una persona que padece depresión?

Me escribe mucha gente, incluso por correo postal. Por ejemplo, me llegó la carta de una mujer de Extremadura. Pero yo no soy un gurú, ni escribí un libro de autoayuda, sino una crónica. En cualquier caso, lo primero sería recomendarle que acuda a un profesional. Si alguien tiene dudas de ir al psicólogo, mi respuesta es que vaya ya. Cuando se medita algo sobre lo que existe un estigma, esto significa que la necesidad es importante. Y la medicación y la psicoterapia son claves para atajar esta enfermedad, pero considero que la mayor herramienta contra la depresión es el amor: de la familia, de los amigos, la fraternidad con la gente en general. Esta es una enfermedad insoportable, en la que no te soportas a ti mismo. Para mí, el gran freno del suicidio siempre fue el daño que sabía que causaría a mi madre, mi pareja, mis hermanas, los amigos que me habían ayudado. Es clave que su entorno pueda hacer sentir al depresivo (en la medida que pueda sentir algo, según el momento de su enfermedad), que les importa.

¿Cómo debería actuar la sociedad ante las enfermedades mentales?

Lo que está claro es cómo no actuar. Solo hay que evitar lo que se hizo hasta ahora. La sociedad es culpable de agravar la depresión. A una persona que se quiere flagelar a sí misma, si quien le debe ayudar la ataca… Esto es dinamita pura. Y la depresión es una enfermedad de mayorías, que afecta a una parte muy elevada de la población, pero se sabe menos de ella que de muchas patologías raras. Tanto el Gobierno central como las autonomías deberían promover una campaña explicativa, ahora que el suicidio aparece como primera causa de muerte no natural. No hay estadísticas, pero el estigma ha matado a gente, personas que no soportaron esta discriminación, que te nieguen la condición de “ciudadano normal”. Debemos afrontar la salud mental como algo que existe, y no hay que ocultar, y dejar de tratar al depresivo como si fuera una persona peligrosa, cuando solo lo es para sí mismo.

En cuanto a la atención de la salud mental, las listas de espera para una cita de psicólogo en la Seguridad Social pueden durar hasta varios meses…

Esto lleva al problema de la desigualdad. La atención privada es cara y no todo el mundo se la puede permitir. Pagar una terapia semanal de 60 o 70 euros no es ninguna broma. Este atasco en la Atención Primaria provoca que falle el diagnóstico precoz de las patologías mentales.

También defiende la importancia del deporte.

Sí. De hecho, cuando camino 10 kilómetros diarios, estoy en la buena senda. Salir del sedentarismo ayuda mucho a mantener el equilibrio mental, y es algo que se debería fomentar. La enfermedad te va aislando dentro de ti mismo, rehuyendo a los demás, así que realizar deporte en la naturaleza ayuda mucho.

¿Cuál fue su mayor influencia literaria?

Dicen que hay que inspirarse de los grandes, y mi gran inspiración es Primo Levi. Por su obra “Si esto es un hombre” y por cómo cuenta sus vivencias del Holocausto con sensibilidad y humanismo, sin estridencias. Me conmovió, y también me ayudó a la hora de buscar el estilo literario para reflejar mi propio sufrimiento.

Contenido patrocinado

stats