El canal de Panamá, el legado de 10.000 obreros gallegos que reclama Trump

Ahora que el señor Trump reclama la propiedad del Canal de Panamá, puede ser buen momento para recordar que más de 10.000 gallegos, de un total de 40.000 obreros que trabajaron allí, hicieron posible la construcción del mismo entre los años 1904-1914. Todo empezó cuando Francia admite su fracaso para llevar a cabo la gigantesca obra que suponía el Canal y vende sus derechos a Estados Unidos por 40 millones de dólares. El presidente Roosvelt, sumamente interesado en el tema, pone al frente del proyecto al ingeniero Stevens (descendiente de toledanos), quien desde el primer momento detecta que el fracaso de los franceses tuvo como una de las causas principales las terribles condiciones en las que se trabajaba (16.000 obreros murieron en nueve años) y el bajo rendimiento de los obreros antillanos contratados por los franceses.

Enfermedades como la fiebre amarilla y la malaria, mala alimentación, bajos salarios, diez horas de trabajo, malos alojamientos, calor y humedad excesivos, o la utilización de maquinaria desconocida hasta entonces, provocaron cientos de muertos y enfermos dificultando la posibilidad de llevar a cabo el proyecto de obra y creando un ambiente de rechazo a trabajar en el que pasó a llamarse “el país de la muerte”.

Duros, fuertes y educados

Stevens conocía la buena fama de los gallegos que trabajaban en Cuba considerados “duros, fuertes, buenos trabajadores, con mucha capacidad de adaptación al duro ambiente, educados y rápidos trabajando”, según informa por escrito a sus jefes. Los primeros gallegos procedentes de Cuba llegan al Canal en 1905 encontrándose una situación muy mejorada después de que se realizara una fumigación masiva y brutal con azufre y alcohol, se construyeran alojamientos en barracones para 72 personas cada uno, y se aumentaran los sueldos a dos dólares diarios. Pero los gallegos que llegaban de Cuba no son suficientes y la Comisión encargada de la construcción del Canal envía a España al ingeniero Park con la misión de reclutar más trabajadores. Park se instala en París y desde allí contrata agencias españolas, entre ellas la Duran de Vigo, para reclutar trabajadores. Pero no era un buen momento.

El hecho de que Park se quedara en París estaba motivado por la mala fama que había adquirido la vida en el Canal. A eso había que añadir el antiamericanismo que vivía España, dolida aún por la perdida de su colonia cubana y la existencia de una ley que prohibía a los españoles emigrar a países donde las condiciones de vida no fueran las adecuadas. El Gobierno además trataba de evitar la salida de jóvenes que escapaban del servicio militar.

Park desarrolla una gran campaña de imagen. Trae cartas de gallegos dirigidas a vecinos y familiares en las que resaltan las buenas condiciones de trabajo y de vida, entre ellas contar con un cocinero gallego, asistencia sanitaria y medidas higiénicas como la obligación de ducharse todos los días. A pesar de las mejoras realizadas por Stevens, que beneficia a los gallegos ante italianos y antillanos, no dejan de protestar pidiendo mejoras tales como la calidad de la comida, especialmente del pan que consideran “agrio y pastoso”, y la separación de los negros antillanos con los que tienen constantes enfrentamientos por motivos nimios en los que el racismo tiene mucho que ver.

Organismos como el Centro Gallego de Cuba y la Sociedad Española de Beneficencia de Panamá visitaron las obras e hicieron informes sobre las condiciones de vida de los obreros en el Canal. En 1913, cuando las obras están a punto de acabar, a los gallegos se les ofrece la posibilidad de volver a su tierra o incorporarse a a United Fruit Company que operaba en Guatemala.