Quince días son los que median entre la fiesta de Reyes, la última de las navidades y la primera gran cita gastronómica del año, que será el 21 de enero en O Barco de Valdeorras.
La comida multitudinaria con el rey de todos los embutidos como protagonista vuelve a una cita en la que la pandemia la dejó apartada durante dos ediciones. Pero la fiesta no se interrumpió. Al contrario, se expandió y permitió disfrutarlo en los restaurantes de la villa e incluso de localidades vecinas.
La clave de este plato se conjuga con el verbo compartir. Estamos ante un cocido en el que un botelo de tres o cuatro kilos, es compartido por varios comensales.
Se presenta en la fuente con el resto de los ingredientes que le acompañaron en la olla, a razón de una hora de cocción por cada kilo de peso: las patatas, repollo, grelos y algunos chorizos que, a su lado parecerán miniaturas. El estómago del cerdo relleno de costilla, algunos huesos de la cabeza y el espinazo y carne magra del mismo animal.
Convenientemente adobada con ajo, orégano, sal, pimentón dulce y picante, la mezcla de trozos de costilla, que ha de ser mayoritaria, conjuntamente con otros despieces y huesos del cerdo, se embute en un estómago de cerdo que habría sido previamente preparado, escaldándolo y lavándolo. Una vez cerrado con un buen cosido, se ahuma con fuego de leña de roble y se cura al frío o en cámaras con temperatura y humedad controladas, antes de estar listo para su consumo.
El botelo resulta muy difícil de encontrar fuera de Valdeorras. Hablamos de piezas de hasta cinco kilos de peso. Para grupos reducidos se recomienda el pigureiro que es el hermano menor del botelo. Los otros embutidos de tripa gorda, el botillo berciano, el butelo de A Fonsagrada y la androlla de Viana do Bolo tienen sus propias fiestas que se desarrollan también entre los fríos del final del mes de enero y las comidas de entroido que este año llegarán a partir de la segunda quincena de febrero.
