La primera vez que comí en este restaurante, y ya llovió mucho desde entonces, iba desde A Rúa a Vigo, y se me ocurrió cambiar la carretera nacional 120 por esta variante que estoy seguro que ni Google Maps ni otros autómatas de la geolocalización habrían recomendado. De aquella ni existían. Me pareció una carretera estupenda, entretenida, bien trazada. Gracias a esa parada conocí Viana do Bolo. Y en mi último viaje a esas tierras montañosas volví a este acogedor y pequeño restaurante, que sin embargo cuenta con una gran cocina. Grande si tenemos en cuenta que entre sus dos menús, uno de 13 y otro de 18 euros, ofrece nada menos que 16 primeros platos y 15 segundos.
Resulta, yo creo, casi imposible que no haya una opción al gusto de cualquiera. En general se trata de una cocina sencilla, de ahí que resulte tan propio el nombre del restaurante. Sencilla pero elaborada con esmero. No sabría qué recomendar entre tanto plato. Me parecieron muy bien hechas las ensaladas, la ensaladilla, también hay langostinos, cocidos o a la plancha, entre los primeros y aunque cuenta con algunas opciones de pescado, me parecía que estando en tierra de buenas ganaderías, y el restaurante presume de contar con una propia, lo suyo sería tirar por esta opción. El filete de ternera con salsa a la pimienta está bien. Las parrilladas, también. Las raciones son tan generosas que aunque la oferta de postres era amplia y tentadora yo renuncié o por la tarde, en vez de hacer una excursión acabaría echando una siesta.
En definitiva. Un buen restaurante rural, con un precio dentro de lo normal, si tenemos en consideración la amplitud y calidad de los dos menús que ofrece. Buen trato y ambiente acogedor.
