PREMIO FORQUÉ
José Manuel Lorenzo, más osado que valiente
En esta planicie como monumento más visible surge el cónico castro de a Boullosa que si responde a ese prototipo que forjamos en nuestra mente de monte piramidal y elevado, aunque necesariamente no sea así. Este castro da Boullosa, de la edad de Hierro, lo era más para defensa de los moradores del valle en tiempos de peligro que como habitación permanente, que por la estrechez de su recinto parece que solamente de excepcional habitación. Fue colonizada su cima con una gran cruz pétrea.
Otros castros por allí visibles como el de Paradela, que conserva un paño de murallas muy colonizado por las retamas; a mayor cota, el de Grixoá en Feás que como vigía del llamado Couto Misto, una más ficción que realidad esto de república independiente, un tanto mitificada a la vista de las últimas investigaciones, aunque documentalmente se halle registrado, entre otros archivos, en los del concejo portugués de Montalegre.
La sierra del Larouco, que al fondo nevada, como una excepción en estos tiempos, cierra los valles del Baltar por el sur, con las sierras de Pena y Pisco por un lado y la de Gomariz por el norte; la primera alcanza los 1.500 m. y la de Gomariz apenas los 1.200; por esta última se extiende con los asentamientos castrejos citados de Grixoá cerca de Feás, y el de Paradela, cerca de esta aldea del concello de Calvos de Randín.
Un valle a dos aguas: por un lado, el del rio Salas, y por el otro, el da Rousía, que discurriendo por la meseta se represa en el embalse de Gudín a punto de ser demolido; a partir de aquí se llama rio Foramontaos, con escasas aguas casi siempre, muriéndose en el Limia. El embalse de Salas tiene alguna de sus orillas en su cabecera, en Portugal, en esa especie de muela que se adentra en la galaica frontera con la capela de Sâo Lourenço, como punta de lanza, por Randín, Tourem (Portugal) y Maus. Los citados ríos de estos valles tributan a la cuenca de un Limia que desemboca en Viana do Castelo.
Este valle, de feraz agricultura, ha sido parcelado por la concentración, con fincas grandes, unas cuantas improductivas, con las consiguientes pistas de tierra que las cruzan. En la sierra de Gomariz aún se conserva una torreta donde se fijaban los cables para las vagonetas de mineral en las instalaciones de la antigua explotación de wolframio y estaño que alcanzaron su culmen entre los 40 y los 50 del pasado siglo, con la II Guerra Mundial y luego la de Corea. Quedan restos de la explotación, aunque ruinosos, en esta inclinada loma con restos de casetas, trincheras... En el año 43 en plena deflagración mundial, la sociedad explotadora lo es con capital alemán íntegramente, evacuando el mineral, que se lavaba con las aguas escasas de los pozos artificiales, por lo que en determinadas sequías se paraban las labores mineras. El mineral obtenido se transportaba en camiones o camionetas via puerto de Vigo o a Madrid. La montaña, cesada la labor minera a cielo abierto y a cubierto, ahora esquilmada por enormes canteras que prosiguen cargándose todos los bolos graníticos donde se ubican los penedos do Peón, A Muller y el castelo da Rainha Lupa o de Aguiar da Moa. Esta cantera fue ganando altura donde continúa imparable destrozando todo cuanto penedo a su alcance, convirtiendo ese paraje en un amasijo de desgajadas y descarnadas piedras.
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