OURENSE NO TEMPO

El nuevo centro

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photo_camera Año 1957 aproximadamente: nacía el colegio Maristas y con él una nueva calle. (Archivo colegio Maristas Ourense)

Todas las ciudades cuentan en su historia con momentos que han sido cruciales en su desarrollo.

Nuestra Auria cuenta con unos cuantos: la creación del Seminario (no el actual, que también, si no el de Lamas Carvajal), la construcción del muro-puente de la Burga, la apertura del Hospital de Las Mercedes, la construcción del primer instituto en el Posío, el traslado del Campo de la Feria de San Lázaro a los Remedios, la llegada del tren, los puentes, etc, etc.

De entre todas ellas, hay una que aparentemente paso desapercibida, pero sin embargo con el tiempo supuso uno de los alicientes para el traslado definitivo del “centro” de la ciudad a la zona del parque de San Lázaro. Os hablo de la construcción a partir de 1954 (comenzó su andadura en este edificio en el 58) del Colegio de los Hermanos Maristas.

A comienzos del siglo XX, la feria de la ciudad se celebraba en el entorno de la capilla del San Lázaro, aquello era casi el extrarradio. La feria atraía en aquellos tiempos la atención de toda la ciudad e incontables paisanos del rural; era el mejor momento para realizar compras de todo tipo, herramientas, ropa, ganado, la oferta habitual se multiplicaba por la presencia de vendedores foráneos.

Esa gran afluencia de público aconsejó la instalación en el entorno de algunas de las pocas industrias que teníamos en la ciudad: fabricas de chocolate, de velas, un par de serrerías que competían con las instaladas en el Progreso, y una cada vez más pujante fundición de Malingre Parmentier.

Junto a ellas hubo pequeñas viviendas (los solares ocupados posteriormente por el Club de Tenis, hoy edificio Iscar, detrás de la torre de Ourense; en aquellos años era una agrupación de este tipo de viviendas, que sin llegar a ser chabolas, carecían de todo tipo de comodidad; la finca Bartolo debajo del puente de Ervedelo también había tenido esos orígenes) ocupadas por los temporeros que acudían a trabajar en las faenas agrícolas que se requerían en la ciudad.

Sin duda, la producción de "bon vino de Ovrens", de la que nos hablaba Alfonso X El Sabio en sus "Cantigas de Santa María", había ido cayendo en volumen, abriendo las puertas a otros medios de vida, pero por extraño que parezca, la mayor parte de los terrenos situados entre lo que hoy sería Cardenal Quevedo, avda. de Buenos Aires y Bedoya a comienzos de los cincuenta albergaba huertos y viñedos, junto alguna pequeña granja.

El entorno del parque y la prolongación del paseo hacia el río quedaron ya definidas cuando la feria se traslado a las cercanías del actual pabellón. El ayuntamiento apostó por ese espacio como el de principal crecimiento de la ciudad y con su cesión de terrenos facilitó la instalación de edificios oficiales: Gobierno Civil, Previsión y Sindical (nombres de aquellos tiempos), le siguieron algunas entidades bancarias (Banca Nogueira (después Banco Central) donde hoy esta Tiger, Pastor, Caja de Ahorros Provincial etc) y muchos de los profesionales liberales de la ciudad.

El empujón definitivo se consiguió cuando los hermanos Maristas, después de una breve estancia (1954-1958) en un pequeño edificio situado en los jardines del Obispo Cesáreo, deciden instalarse en la finca de Bedoya. Para ello construyen unas instalaciones educativas y deportivas que venían a cubrir con creces la necesidad de plazas en la zona (lo complementaron con una gran oferta de plazas de internado). La urbanización necesaria para instalar el colegio llevó implícita la sustitución de aquellas viñas por solares de alto valor urbanístico, tanto en la zona de la avda. de La Habana, como en Bedoya, y desde luego en el nuevo vial que surge con el edificio colegial, la calle Valle Inclán.

Años más tarde serían la apertura de la Diagonal (hoy Juan XXIII) y poco después de la calle Cabanillas y su prolongación hasta Habana (de nuevo con los Marista implicados, al tener que ceder parte del patio para abrir la nueva calle, en concreto hubo que sacrificar el campo de fútbol que tenía el colegio) las ultimas pinceladas que culminarán con el centro urbano que hoy disfrutamos.

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