A las dos de la tarde del 11 de agosto, la ciudad prevé llegar a los 34ºC, bajo un sol de justicia. En la Plaza de Abastos, numerosos vecinos esperan pacientemente y con abanicos a que llegue el próximo autobús que los deje más cerca de sus casas. Albina Ricoy se sienta en un banco con las bolsas de la compra a los pies y asegura que estos días pasa más que calor en el trayecto: “Horrible, imos que mete medo”. Afirma que muchas veces no hay aire acondicionado y “temos que ir cas ventanas abertas ao mediodía”.
Al subir al autobús, otra usuaria, Nakary Silva, afirma que “solo encienden el aire cuando hace mucho calor, casi cuando hay vapor, no siempre está puesto”.
Según el presidente del comité de la empresa concesionaria de los autobuses, David Fernández, “la línea tiene coches nuevos y antiguos, pero en los viejos seguimos acarreando problemas por la edad que tienen”. Reconoce que el bus tiene aire acondicionado, pero “no climatiza lo suficiente”. De hecho, para poder subir cuestas empinadas, como en Rampa Zaragoza, “hay que quitar el aire”. Fernández sostiene que la flota debía estar completamente renovada por estas fechas.
En el trayecto de vuelta, Carla Martínez, una joven sentada en la marquesina de A Valenzá, dice que “hoy es un día llevadero, pero el martes fue un infierno”. El día que se superaban los 42 °C, Carla esperaba a la hora de comer el autobús en dirección a la ciudad: “Parecía que estaba en un incendio, muchas veces la ventana ni siquiera se puede abrir”. Su opinión la respalda Óscar Valencia, que se sube en Marcelo Macías y no se imagina hacer el trayecto entero por el calor. De nuevo en la parada del mercado, Laura Álvarez y José Reyes esperan al siguiente autobús con destino A Valenzá. “Hay buses que no tienen aire acondicionado porque lo cogemos a la misma hora y varían”, piensa Laura. “Ayer mismo, no funcionaba”, confirma el chico.
