crónica

El alcalde procrastinador

El nuevo alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome, entra en la Alcaldía sosteniendo el bastón de mando en su mano derecha (XESÚS FARIÑAS).
photo_camera El nuevo alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome, entra en la Alcaldía sosteniendo el bastón de mando en su mano derecha (XESÚS FARIÑAS).

El regidor con menos votos de la historia del Concello de Ourense recibió el aplauso menos entusiasta que se recuerda en el Salón de Plenos. Jácome tomó el bastón de mando y la ciudad ya es el epicentro de no se sabe qué. 

"Y ahora, qué hago". La pregunta de Gonzalo Pérez Jácome tras coger el bastón de mando a Inés Castro, responsable de Protocolo del Concello de Ourense, resonó en el Salón de Plenos. "Madre mía, madre mía", se había escuchado un momento antes, en un misterioso murmullo que alguno quiso atribuir al alcalde saliente –complicado, tenía el micrófono apagado–  y otros, malpensados, al entrante. A esas alturas del pleno de investidura ya se podía intuir con garantías que la nueva temporada de la política de la ciudad  promete episodios brillantes. Si el Concello de Ourense fuese una serie de televisión, tras cuatro años tumultuosos  pero con falta de ritmo, los guionistas le han dado una vuelta al tema situando al personaje "destroyer" al frente de las tramas. Si esto fuese "Juego de Tronos", ahora manda el dragón. Esperemos que la ciudad no evolucione como la parrilla de HBO y no acabemos todos en "Chernobyl", pensará algún parroquiano acodado en la barra del bar.


Con nervios y sin traje 


Eran las diez de la mañana, y Jácome –Cájome, para el imprescindible Carrabouxo– se sentó en su asiento del Salón de Plenos con las manos entrelazadas. Se le veía algo nervioso. Se palpó la frente. Ahí le estampó un huevo un desequilibrado hace cuatro años. Se subió los calcetines. Hace unos años se los cambiaba con naturalidad en medio del pleno. Luego escudriñó con detenimiento a los asistentes. Había declinado asistir en traje a su investidura. "Si el protocolo lo exige, estaré a la altura", apuntó luego, abriendo la posibilidad a pactos puntuales con Adolfo Domínguez o Purificación García. De momento se mantuvo firme en el "casual", con camisa azul por dentro del vaquero. A punto de firmar su entrada a ese "establishment" político que criticó con tanta voracidad, Jácome se resistió a renunciar por un momento a la pose-cliché de "enfant terrible" y se quitó la medalla de concejal nada más tenerla al cuello. Un gesto que, por cierto, imitarían al acabar el pleno el resto de ediles. Les tocaba devolverlas: un error llevó a grabar en el reverso de las medallas la palabra "legislatura" en lugar de "mandato". Manda carallo.


La votación


La sombra de una abstención inesperada revoloteó durante el conteo de los votos. Con el marcador 1-7 para Villarino, el rictus de Jácome –con boli y libreta anotando– estaba tenso. No se relajaría hasta el 13-12 final –súmenle las abstenciones de Araújo y el negociador Bermejo–. Y ahí, el alcalde de Ourense con menos votos de la historia del Concello recibió el aplauso menos entusiasta que se recuerda –al frente, apenas seis pares de manos–. Sólida mayoría de rostros serios, entre futuros socios, oposición y público. "Nunca leo papeles", espetó Jácome nada más agarrar el bastón de mando, en una reflexión que bien podría tomarse como una amenaza al sector de los libreros. "Gobernaré para todos, no solo para los que me votaron", continuó como si eso hubiese sido una opción. A partir de ahí, un primer tramo de discurso solipsista, que le sirvió para confesar "haber fracasado en casi todo" a la vez que se definía como un procrastinador –"me gusta aplazar las cosas"– al que la política le ha ido alterando sus tiempos. A ella llegó hace 18 años, embarcado en un proyecto harto complicado de definir a los no familiarizados con la jungla ourensana. Armado con su televisión, fue añadiendo capas argumentales a esa derecha-ultraliberal-populista con el mismo ritmo que sumaba escaños. En  2015 ya se veía alcalde. "Si no, me iré a la Xunta", prometió antes de acabar mandándole un fax a Besteiro planteando un pacto ante el veto de Barquero, firme en una posición que más de un socialista le habrá recordado estos días a Villarino y Javier Rey. Cuatro años más tarde consigue su, elijan, objetivo/sueño/leitmotiv/obsesión, en un tirabuzón con volterereta incluida, tras perder votos y bajar a la tercera plaza. 


Felicitaciones y cierre


"Recibí cientos de felicitaciones. De otros, no", desveló el alcalde, nuevo flamante trending topic apoyado en el vídeo de su ya icónico magosto televisado y la oda implícita al licor café. Mientras, una nueva ronda de aplausos al terminar su primer discurso oficial no mejoraba el aplausómetro. La sesión se levantó, con Ourense convertida ya en el epicentro de no se sabé qué, Jácome corriendo a tomar medidas de la Alcaldía y el resto de concejales y asistentes desfilando hacia la Praza Maior. Les acompañaba un aire nebuloso, de salir a las 07,00 horas de la discoteca, mirarse los unos a los otros y enfrentarse a la vida real. Lo que falta por medir ahora es la resaca.

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