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ARTE OURENSANO
El 18 de diciembre de 2017, la luz de Arturo Baltar se apagó para siempre. Fue tan solo dos días después de que su obra por excelencia, el belén, inaugurara la Navidad ourensana cumpliendo medio siglo de vida. Una triste coincidencia. Falleció el escultor con 93 años. Así que este debería haber sido el año de celebración del centenario de Arturo Baltar, uno de los grandes nombres que Ourense ha dado al mundo artístico. Pero no lo fue. Por desidia, olvido o desconocimiento, la efeméride del centenario ha pasado desapercibida en la sociedad ourensana y en las instituciones. Cuesta comprenderlo.
Aunque es cierto que Baltar, en lo referente a su edad, por coquetería o por juego, nunca ofrecía certezas, los datos biográficos sitúan su nacimiento en 1924. Pero presumía el hechicero del barro de tener siglos de vida. Probablemente los tenía si se contabilizan las experiencias acumuladas y las historias que aseguró vivir, tanto reales como imaginadas. Fue escultor, actor en “Acariño Galaico” (1961), dirigido por el cineasta granadino Val de Omar, y ese reconocido bailaor de flamenco, el Niño de la Alhambra, apodo con el que aseguraba haber recorrido tablaos y cafés cantantes, entre otras muchas cosas.
Baltar está considerado uno de los escultores claves del pasado siglo XX de Galicia. El belén es, sin duda, su obra más conocida
Nacido en Coles o tal vez en un barco de vuelta de La Habana -el juego persiste- sus manos contaron como nadie la historia de Galicia. No la de los grandes libros, sino la escrita por personas sin nombre, por tradiciones y oficios ya relegados, por una naturaleza admirada y por las alegrías, miedos y tristezas de la vida más cotidiana y real.
Conseguía que el barro dejara de ser barro porque él lo llenaba de vida y le otorgaba un alma propia. Considerado uno de los escultores clave del siglo XX en Galicia -aunque él afirmaba no serlo-, su obra, compuesta principalmente de piezas de terracota policromada, muestra como nadie el Ourense más profundo que ya no existe.
Estudió en la Escuela de Artes y Oficios, donde fue alumno de Antón Faílde, a quien admiraba profundamente, y fue parte del grupo “Os artistiñas”, formado entre otros por sus amigos Quessada, Virxilio, Xosé Luis de Dios, Acisclo Manzano o Buciños. El grupo se reunía a mediados de los sesenta en la taberna de O Tucho y fueron bautizados así por el escritor Vicente Risco que, junto a Prego de Oliver, Valente o Eduardo Blanco Amor, dejaron una huella importante en la vida de Baltar, tanto a nivel artístico como personal.
Sin duda, el belén que se muestra en la capilla de la plaza de San Cosme y San Damián es la obra más conocida y reconocida del escultor. Nacido de un encargo de la Asociación de Belenistas de Ourense, se presentó en 1967 en los soportales del Concello con 13 piezas que que recreaban el Portal. En 1980 se trasladó a su ubicación actual, pero para entonces el conjunto original ya había crecido, hasta albergar más de cien figuras.
La imaginación y el talento de Baltar llenaron el espacio de paisajes, lugares y personajes ourensanos para acompañar al nacimiento original, en una armonía perfecta. Ahí están la Noalla o la Nonó de la obra “A esmorga”, de Blanco Amor; el afilador, el fotógrafo o el paragüero; el espectáculo de la cabra, bodegas o los petos de ánimas.
La apertura del belén de Baltar supuso durante años el acto central con el que se daban por inauguradas las navidades en la ciudad. Ahora, abierto durante todo el año, ha perdido el merecido protagonismo que debería seguir teniendo en estas fechas especiales.
El 23 de diciembre de 2010 se inauguró el Espacio Expositivo Arturo Baltar, ubicado en el edificio anexo a la capilla, en el que se muestra un conjunto de sus retablos. Cada uno de ellos retrata con cuidada minuciosidad escenas del pasado haciendo que sigan vivas, como el que representa el café La Bilbaína, la Botica o la Anunciación.
La religiosidad y la vida cotidiana han ido siempre de la mano en las creaciones de Baltar, sin olvidar la importancia de la naturaleza, en la que el escultor reconocía parte de su inspiración, y a la que tanta entrega y contemplación dedicó en sus interminables paseos, recorriendo ferias y pueblos.
La obra de Baltar, sus esculturas y sus ilustraciones, algunas en museos de toda Galicia y en importantes colecciones institucionales y particulares, cuenta como nadie la identidad cultural de Galicia.
Con sus manos, Arturo Baltar, ese hombre tímido, gran contador de historias, coqueto y seductor, amante de la copla y el cine, convirtió la historia etnográfica de Ourense y la de los personajes que la habitaron en inmortales.
Sobran los motivos para que el centenario del nacimiento de Baltar, el creador que ha dejado como legado una obra artística única e irrepetible, reconocida fuera de estas fronteras, hubiese sido un merecido y especial acontecimiento cultural para la ciudad.
El amor, la entrega y el talento con el que el escultor inmortalizó su tierra lo merecían sin duda.
El Museo Reina Sofía expone, hasta el próximo 10 de marzo, la muestra “Esperpento”, que aborda el concepto formulado por primera vez por Valle-Inclán. Planteada en siete grandes secciones, reúne un conjunto compuesto por documentos, objetos y obras de artistas fundamentales de la historia del arte español. Entre ellas, el “Entroido o carnaval”, diorama de barro cocido policromado, de 1990, de Arturo Baltar y que ya se expuso en la muestra dedicada al director granadino Val del Omar.
Germán Labrador, uno de los comisarios de la exposición, afirma que “la obra de Arturo Baltar está conectada con la estética del esperpento. Perteneció a un grupo de artistas gallegos que se reunían en el Ourense de posguerra en el café O Volter, bajo la interlocución de Vicente Risco”. Señala Labrador que “la importancia de elegir la obra de Baltar para ser expuesta estriba en su capacidad de diálogo entre la cultura popular y las ideas de vanguardia”.
Aunque en un principio se había elegido la pieza Café La Bilbaina, obra de barro cocido policromado realizada entre 1967 y 1980, llegando incluso a su traslado al Centro Reina Sofía, finalmente esta no se incluyó. “La decisión de incluir solamente la pieza del Entroido obedece a razones expositivas. Es común que en los montajes se tomen decisiones de este tipo, por razones de espacio, iluminación o de equilibrio, además de por otro tipo de razones técnicas”, explica Labrador.
Resalta que “hemos querido dar la revelancia que consideramos que tiene a Arturo Baltar, y para eso hemos preferido potenciar la pieza ‘Entroido’, por considerar que esta se ubicaba mejor en la sala de Retablos junto con las piezas de Conde Corbal, Laxeiro y la Tía Sandalia”. Además de Baltar, la exposición muestra la obra de otros gallegos como Conde Corbal, Laxeiro o Maruxa Mallo. Germán Labrador destaca la trascendencia de “la cultura popular en su obra, concretamente del entroido o la cultura de las ferias”.
Menciona además “A esmorga”, la adaptación de la obra de Blanco Amor, en la que “hay un homenaje explícito a los espejos cóncavos y convexos de ‘El callejón del gato”.
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