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“Primero hay que limpiar y después poner las flores”, señala Juan Manuel Freán, que ha acudido en esta soleada mañana de jueves al coqueto cementerio de As Caldas, acompañado de su nieta, Emma. “Hay que dejarlo todo listo para mañana. Aquí están mis padres, suegros, abuelos…; por desgracia, aquí hay ya mucha gente”.
“Ya vinimos a limpiar hace dos semanas y ahora venimos a colocar las flores; mañana será la misa”, explica A.M.B., que está dando los últimos retoques a una tumba en el cementerio del pueblo de Rouzós, en Amoeiro.
Hay quienes, como ellos, acuden en familia al cementerio. Otras lo hacen en solitario, como es el caso de Nair Elena Méndez López, natural de Alicante, “aunque llevo varios años residiendo aquí”. En su caso, la visita al camposanto no es por un familiar directo, “aunque como si lo fuera, era como mi hermana, su nombre era María Pilar Valeiras Soto”, explica, mientras deposita las flores en la tumba.
Pilar Lorenzo Díaz acaba de dejarlas en el panteón familiar de As Caldas. “Vinimos a ver a los bisabuelos”, explica su nieto, que se acerca a la sepultura para que sepamos bien dónde se ubica. “Yo siempre vine, desde que tengo aquí a mis padres, una vez a la semana, durante 40 años. Ahora ya no me es posible, así que acudo cuando me pueden traer mis hijas; les pongo flores de esas de plástico porque no puedo cambiarlas como antes, pero durante 40 años vine todas las semanas”, subraya, con voz entristecida.
María Victoria Mestre y Félix Valeiras se encuentran ante la tumba de sus seres queridos en el cementerio de San Francisco, rezando una oración por sus almas, tras haber depositado el correspondiente ramo de flores. Es la primera etapa de una tradición que se reparte entre Ourense y Castro Caldelas, “donde iremos mañana. Hoy visitamos a mis suegros, porque vivimos en Ourense, y mañana iremos a Castro Caldelas, para llevar las flores a mis padres, que están enterrados allí”.
Es día de puesta a punto de los cementerios para las jornadas de Todos los Santos y Fieles Difuntos, una tradición que alguno apunta que “se está perdiendo, los jóvenes ya no están tan por la labor de estas visitas”, aunque otros no dudan en afirmar que “la tradición permanece; mira las floristerías”.
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