Algunos se han utilizado en el pasado como refugio de personas, contrabando o lugar de ritos

Cementerio con habitación de invitados

El cementerio de San Francisco presentaba ayer este aspecto. (Foto: José Paz)
Muchos de los cementerios que ayer acogieron la festividad del día de Todos los Santos, tuvieron en el pasado usos alternativos al enterramiento. En algunos lugares, se aprovecharon los panteones para ocultar mercancía de contrabando.
Los cementerios están llenos de historias que nada tienen que ver con la muerte. Ni siquiera con los cementerios. Para empezar, el de San Francisco, que ayer registró la visita de miles de personas que acudieron a rendir culto a sus difuntos, adornando con flores nichos y panteones. La jornada se desarrolló entre un ambiente de honda espiritualidad. Pudo verse a muchas personas emocionadas. Algunas de ellas recordaban, en el monumento que honra la memoria de los fusilados, cómo durante la Guerra Civil, San Francisco fue el escenario usado como fondo para algunos de los crímenes más viles. El mismísimo Manuel Suárez, alcalde de Ourense en 1937, fue ejecutado junto con otras seis personas en el campo de Aragón, parcela colindante a San Francisco.

También en aquel período fraticida, los cementerios salvaron más de una vida. La necesidad de ocultarse para escapar de la represión que implosionó en los primeros días del conflicto, convirtió los camposantos en la única posibilidad desesperada de sortear el fusilamiento. En el Concello de Vilardevós, los panteones de su cementerio fueron una etapa más en la huida hacia Portugal de vecinos significados por su militancia republicana. Años más tarde, el mismo cementerio permitió otros usos. La miseria de la guerra inventó una forma de vida vinculada a la frontera: el contrabando. A partir de los años 50, cuando la ‘raya’ inundó el mercado negro de café y lingote de cobre, los panteones de Vilardevós se llenaron de personas que dormían dentro de ellos para custodiar la mercancía antes de distribuirla.

Hace un año y medio, sobre un nicho de tierra del cementerio de Queirugás (Verín), donde yace el cuerpo de una niña, aparecieron huevos colocados en forma de cruz. Pudo ser una anécdota, pero varios días después, los vecinos descubrieron esta vez una velas rojas y negras, un centro de rosas rojas, una botella mediada de champán francés, y una veintena de colillas de tabaco. Todo, en perfecta armonía. La Guardia Civil vio en ello indicios de prácticas de magia negra, que comenzaron en Verín, y posteriormente tuvieron eco en Calvos de Randín.

Las sesiones de espiritismo, e incluso las sesiones de botellón, han tenido su oportunidad en este cementerio. Incluso el vandalismo. Por no hablar de que hace algunos años existió la tentación de hacer desaparecer el camposanto y transformar San Francisco un gran bulevar.

La tradicional presencia del obispo


Flores y lluvia compartieron protagonismo en el día de Todos los Santos, durante el que los cementerios ampliaron su horario de apertura desde las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde. Fueron muchos los ourensanos que optaron por madrugar ante la posibilidad de que, al presentarse la tarde, comenzase a llover, como de hecho acabaría ocurriendo. Al mediodía los cementerios de As Caldas, Santa Mariña y San Francisco registraron el pico de asistencia más alto, si bien este año la asistencia fue escalonada a lo largo de todo el fin de semana. Como es tradicional, el obispo de Ourense, Luis Quinteiro Fiuza, acudió por la tarde a los tres camposantos. En Santa Mariña, enfatizó la relevancia de ‘reforzar lazos’ con los seres queridos en un día ‘gran emoción’ para miles de ourensanos. Quinteiro Fiuza rezó por ‘el eterno descanso’ de los familiares fallecidos.


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