Una centenaria, un superárbol, 164 mayores y un belén premiado en Ourense

Experiencia activa en la Residencia Esperanza. José Paz
photo_camera José Paz

La residencia ourensana Nuestra Señora de la Esperanza, gestionada por la Fundación San Rosendo, enciende las luces navideñas para sus 164 usuarios de entre 40 y 104 años de edad.

Túa nai e maila miña viñan dunha romaría; a miña viña borracha e a túa non se tiña”, dice una de las canciones gallegas con retranca que tararea Sara Rivera, la centenaria más longeva de la residencia Nuestra Señora de la Esperanza, gestionada por la Fundación San Rosendo, y la encargada de encender este año las luces que iluminarán la Navidad de sus 164 usuarios, de entre 40 y 104 años. 

“Estas fechas son complicadas. Los mayores tienen momentos tristes, pero intentamos motivarlos para que vivan las fiestas”, reconoce la directora del centro, María Aranzazu. Muchos de los residentes no tienen familiares o, si los tienen, estos no quieren o no pueden llevárselos a casa por Navidad. “Aquí tenemos a residentes con muchas patologías, con grandes minusvalías, con alzheimer, hemiplejias, enfermedades neurológicas y psiquiátricas. Estamos con ellos todos los días; hay gente que demanda más cariño y mimos, y otros son más autónomos e independientes”, explica.

Un superárbol de Navidad da la bienvenida al visitante en la entrada de la residencia, donde este año brillan luces blancas y azules. “Le hemos dado a la decoración un toque diferente. Hay estrellas, brilli-brilli, un árbol enorme y un belén muy grande hecho por los mayores, con sus propias manos, que ha obtenido algunos premios”, señala la responsable del centro.  En el belén están representadas la propia residencia, las termas de A Chavasqueira y la tradición de la matanza. “Antes era mucho más grande, pero tuvimos que reducirlo tras la pandemia porque ocupaba un salón entero y necesitábamos ese espacio para distribuir a los usuarios por patologías”, dice Aranzazu.

Coincidiendo con el encendido navideño, Sara Rivera sopló las velas de su 104 cumpleaños. “Es una abuela muy querida. Tiene dos hijos y muchos nietos y bisnietos. Los fines de semana viene tanta gente a verla que tienen que salir; no pueden estar en la sala de visitas donde solo se permiten dos familiares”, indica la directora. A Sara le gustan las fiestas, cantar y beber licor café y Estrella Galicia. “Por las mañanas, a veces, me dice que tiene la boca seca y que quiere un chupito de licor café porque siempre se lo daban de niña”, señala.

De gala, con pulpo y chocolate

 La Virgen de la Esperanza, que da nombre a esta residencia, se celebró ayer a lo grande. “Todos se vistieron de gala, como si fueran a una boda; desayunaron chocolate con churros; comieron pulpo con patatas; y por la tarde, organizamos un baile porque les encanta”, dice Aranzazu.

 Esta fiesta marcó el pistoletazo de salida para todas las jornadas con baile y menús especiales que están por llegar.  Bacalao para Nochebuena, pulpo para Navidad, pescado en Fin de Año y cordero para Año Nuevo. “El día 31 algunos esperan hasta las doce de la noche, pero la mayoría toma las uvas a las diez porque les tocamos antes las campanadas. A los que no pueden comerlas, se las trituramos y se las damos en forma de puré”, afirma la directora, que no olvida ni un detalle para no dejar espacio a la tristeza.

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