Un nuevo acto delictivo, uno más, en el casco histórico de la capital, reedita aquella vieja imagen de la zona histórica marginal y degradada. El último suceso refiere una pelea a palos por el impago de un servicio sexual, con cinco implicados pero sin denuncia.
Estos hechos o parecidos se suceden con más frecuencia de la deseada, sobre todo las noches de los fines de semana, en las que suele haber reyertas de diferente gravedad. Pero la zona antigua de la ciudad también es la sede del abandono y la suciedad, con ratas deambulando por sus calles y okupas entrando en propiedad ajena.
También es el lugar en el que el comercio está de capa caída, sobre todo en la zona sur y la recuperación de la vivienda para repoblar esta parte urbana tampoco circula a gran velocidad.
Sería injusto echarle toda la culpa al Concello de Ourense y a quien lo dirige. No la tiene, efectivamente, porque solo es responsable de que la suciedad campe a sus anchas, que la vigilancia sea escasa, que la zona termal que impulsaría una parte de la ciudad esté en desuso, que el comercio se haya quedado desasistido de planes de apoyo, que las licencias de rehabilitación tarden una eternidad o que sean incapaces de aprobar un plan de urbanismo para esta zona, que sustituya al actual, que es de 1996. Efectivamente, es culpable de muy poco.
