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Más de 700 personas escucharon ayer, en formato presencial y online, la conferencia del arquitecto Julio Touza sobre la apasionante y conocida historia de su abuela y sus tías-abuelas: las hermanas Touza de Ribadavia, apodadas como las “Schindler gallegas” por haber ayudado a huir a 500 judíos en los años 40 a través de una red de contactos tejida desde el quiosco que regentaban frente a la estación de ferrocarril de O Ribeiro. La gesta de Lola, Julia y Amparo inspiró varias películas y libros, pero los nietos todavía investigan a sus antepasadas para dar vida a un relato más completo e impulsado desde la familia. “Una historia de generosidad y silencios” es el título de la conferencia que impartió ayer el nieto de Lola Touza, Julio Touza. “Mi gran sueño e ilusión es rehabilitar la casa de mi abuela”, señala Touza.
LLAMADA DE SPIELBERG
Aunque se crió con su abuela y sus tías, Julio no conoció su gesta hasta que ellas fallecieron. “Conozco la historia de mi abuela muy tarde, como todo el mundo. Jamás lo contaron. Me di cuenta que jamás quisieron contarlo porque no querían ningún agradecimiento. Hacían el bien porque les salía del alma”, explica este arquitecto de Ribadavia, afincado en Madrid. Se enteró de la historia por un libro y empezó a investigar casi al instante: “Recibí una llamada del Gobierno de Israel diciéndome que lo sabían pero que no lo querían contar. Me reuní con Simon Peres, Nobel de la Paz y presidente de Israel. Me dijo que el pueblo judío estaba muy agradecido a la gesta de mi abuela. Y no solo eso, también recibí la llamada de Spielberg, que quería los derechos de la historia de mi abuela. Pero le pedí investigar más y le prometí que sería el primero”, relata el nieto de Lola Touza.
No fue Spielberg, pero sí aparecieron varios directores que contaron la historia de las hermanas de Ribadavia. “Yo quise investigar más y acudí a los Servicios Secrretos ingleses, convencido de que sabían algo, pero me dijeron que tenía que hacer un abono de 27.000 euros para acceder a los archivos”, cuenta. No lo hizo.
Aunque no conoció la historia hasta que sus familiares murieron, después sí reflexionó sobre cosas que vivió de niño. “A mi abuela y a mis tías las conocían en Ribadavia como ‘las madres’, porque eran las madres de todo el mundo. De niño, en mi casa cenaban 12 personas al día, procedentes de familias humildes”, dice Touza.
Julio y sus dos hermanos están “enamorados” de ser herederos de la historia de su abuela. “Por eso no paro de investigar”, dice. Sobre el sueño de rehabilitar la casa familiar, el arquitecto destaca que “tengo la capacidad económica, pero el covid me ha desguarnecido un poco el bolsillo. Lo haré muy pronto”. La idea es un hotel-museo de 12 habitaciones, con alojamiento para varias “familias humildes” y actividades de la Fundación Hermanos Touza que los descendientes quieren crear. “Es una historia universal que hay que enseñar a los jóvenes”, añade Touza.
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