La feria de Ourense progresa poco a poco a la normalidad

Ourense recuperó algo de su normalidad de antaño con un día de feria junto a la Praza de Abastos. A ambas orillas del Barbaña no faltaron prendas, bisutería, plantas, libros, o las reliquias, como tampoco se echaron de menos las mascarillas en muchas caras.

La feria volvió a las orillas del Barbaña con el ambiente multitudinario previo a la pandemia. Sin las limitaciones de aforo y con el 100 % de los puestos en toda su extensión, este sábado los tenderetes y baratillos ofrecieron una estampa de normalidad que favorezca a los vendedores.

Solo en la primera avenida de puestos de la Praza de Abastos, descendiendo desde el parque da Alameda, daba la sensación de entrar en un bazar, con el sol de mediodía castigando coronillas a casi 30 grados. Por el pasillo, entre hortalizas y textiles, por el que los curiosos, la mayoría aún cubiertos con mascarilla, tanteaban el género y los precios.

Aquí no caben las llamadas asépticas e impersonales de las tiendas corporativas. Allá, una de gangas: “¡A un euro la prenda, hay de todo un poco!”. Acullá, un descuento de los que ya no se ven en los supermercados: “Escoge lo que quieras, ¡que la bolsa la regalo!”. Acá, cantan los chollos: “¡O-o-oferta! ¡Dos euros ya!”

A pocos metros de las Burgas, Benito Plata, veterano de la feria, tiene su espacio de plantas y flores. Sobre su negocio, comenta que “va yendo, pero despacito”. Como otros vendedores, admite que los sábados el negocio va “más flojito que un día entre semana”. 

“Hay más gente que clientes”, suelta con sorna uno de los dependientes mientras repone prendas. Al otro lado del río, junto a rúa de Pura y Dora Vázquez, Bassirou Sene explica que los fines de semana las ventas dependen mucho del tiempo meteorológico: Ourense es una ciudad de extremos térmicos y es difícil encontrar el equilibrio que anime a los ciudadanos a salir de casa y, al mismo tiempo, no escapar a la costa.

“Con este calor a treinta y pico grados, está jodido”, declaró Dani Cirpaso, regentando su pequeña librería de ediciones clásicas y joyas de la literatura. “Lo peor será cuando recojamos a las 14.30”, un pronóstico que contrastaba con el fresco que pasaron al descargar la furgoneta a primera hora de la mañana.

Con todo, se produjeron algunos retrasos a la hora de montar los tenderetes “alí arriba, onde os zapateiros”, señala Iago Vázquez, de la Asociación Galega de Ambulantes Autónomos. La noche anterior habían estacionado los vehículos en la zona reservada para los vendedores y, por tanto, hubo que levantarlos uno por uno con ayuda de una grúa. “Se estivese ben sinalizado, a xente non aparcaba”, sentencia Vázquez.

La feria cerró a las 14,30, pero volverá el día después de las Letras Galegas, el miércoles 18. Con suerte, entonces habrá aún más asistentes que ayuden a los tenderos a recuperarse de la crisis del covid.

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