El Fito: mirar y escuchar

Representación de la obra Infierno, de los italianos Teatro de Lemming (Foto: Archivo)
No nos engañemos. Esta ciudad puede resultar en muchas ocasiones, y hablando de oportunidades culturales para encontrar puertas abiertas al mundo, un tanto asfixiante. Es cierto que ha tenido un pasado esplendoroso, y hay que mimarlo, pero sin que eso ponga en riesgo la mirada al presente para tener un futuro por el que apostar. Hay que intentar descubrir cómo se está moviendo el mundo, saltando barreras y fronteras, y el teatro puede ser una excelente muleta.
El Festival Internacional de Teatro de Ourense ha elegido un camino difícil, asumir riesgos que le impiden la comodidad de aplausos más o menos asegurados, a cambio de instalar en Ourense esa puerta que nos descubre que, afortunadamente, no todo está dicho y que el mundo aún sigue siendo enorme. Nada ni nadie nos asegurará que saldremos satisfechos de lo descubierto, pero nada ni nadie nos quitará la emoción del descubrimiento en sí, y aunque sólo sea por eso, el festival ya gana. Si además nos trae hasta el escenario un espectáculo como el ofrecido por la compañía danesa “Granhoj Dans”, la victoria debería conllevar medalla. A pesar de que “Dance to me the end on/off love” es una apuesta por las palabras, a través de las canciones de Leonard Cohen, es, sin embargo, tarea casi imposible explicarla a través de las palabras. Es un espectáculo que llega a todos los sentidos, a través de la música, del cuerpo, de la canción, de los sentimientos, y además demuestra que hay idiomas de verdad universales, en los que todos nos entendemos, lástima que no sean de interés general.

“No tienen que correr, ni tienen que hacer nada, tan sólo mirar y escuchar”. Un mensaje similar es el que recibe a los espectadores en boca del coreógrafo Palle Granhoj, “Tan sólo mirar y escuchar?”. Ese es uno de los objetivos probablemente más difíciles de lograr en estos tiempos de rapidez, inmediatez y falta de reflexión. Mirar y escuchar, ahí es nada. Pero el público del domingo no sólo hizo esto, sino que además comprendió y disfrutó.
Esta es la apuesta del Fito: trabajos distintos con escasas referencias en el panorama nacional y alejados de ciertas garantías para atraer público. Y siempre ganará, porque aunque el espectáculo no guste, habremos tenido la ocasión de descubrir en el paladar sabores nuevos y eso ya es una victoria.

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