Funeral en la rúa Concordia: “Esto se va a ir todo al carajo”

Corona de flores en la puerta del estanco de Concordia hace unos días. JOSÉ PAZ
photo_camera Corona de flores en la puerta del estanco de Concordia hace unos días. JOSÉ PAZ
Una corona de flores preside la calle. No se ha muerto nadie, pero un sector de los comerciantes muestra su hastío ante unas obras que finalmente no estarán listas para Navidad

Las rampas mecánicas de Concordia no estarán para Navidad. Las obras en la céntrica calle se eternizan para la desesperación de los comerciantes, que acusan el descenso de clientes debido a los trabajos de remodelación. Si estaba previsto que terminasen el 19 de diciembre, los retrasos demorarán ese momento por lo menos hasta marzo. Y eso exaspera a los pequeños negocios.

Las perspectivas son fúnebres en algunos locales, que entierran la calle y le desean un buen paso a otra vida.  “Esto se va a ir todo al carajo”, clama Sara, del estanco de Concordia. La puerta del establecimiento está presidida por una corona de flores. Critica la mera idea de intervenir la calle hacia una mayor peatonalización porque “queda desangelada y vacía”. Preocupa también que el precio del suelo pueda incrementarse. “Claro que va a subir. ¿Y quién paga los alquileres?”, lamenta.

Sara no ahorra críticas hacia el alcalde y señala lo que, según sus palabras, es un mal proceder a la hora de ejecutar la obra. “Delante de un bar están poniendo unos contenedores”, afea, y protesta por que se le ponga una jardinera justo enfrente de su negocio. En definitiva, para ella es “la ruina”

El descenso de clientes lo corroboran en una tienda situada a pocos metros. “Hai moi pouca xente”, lamentan, debido a una obra que “está acabando cos locais”.

No a todos los comercios les molesta el trasiego de maquinaria y el ruido. Hay quien defiende la reforma de la calle y cree que compensará. Es el caso de Angélica Rodríguez, de Angélica Moda Shop. “Para tener una calle bonita hay que pasar una serie de trámites, uno de ellos son las obras”, opina, y cree que “el caso es protestar”. “Es lo mismo que si haces una obra en casa. Yo hice una reforma en la cocina, me dijeron que tardaban dos meses y tardaron cuatro”, defiende.

A la lista de inconvenientes de las obras -ruido, vibraciones, descenso de clientes- se suman las carencias en accesibilidad. “La gente que tiene que acudir en silla de ruedas, estos días ya no está viniendo”, señala María, del centro auditivo Escoita. “Teóricamente pueden pasar”, dice, pero el entorno de una obra dificulta en exceso el tránsito de personas con discapacidades y lo transforma en una auténtica yincana. No es algo que anime a acercarse a los comercios de la calle.

“Al final la gente no viene, si puedes evitarlo no pasas por aquí”, observa respecto al descenso de clientes. Y ve dos agravantes por los que se define “molesta”. Si a escasos metros el Paseo presume de descomunal inversión en luces navideñas, Concordia yace bajo la losa del olvido. Pero sobre todo, lo está “porque los de la parte de abajo somos los que más tiempo llevamos soportando la obra”.

María apunta a “la mala organización” con la que se acometen los trabajos: “Quedaron en que acababan un tramo y luego iban al siguiente. Eso no pasó”. Mientras tanto, tanto arriba como abajo, los posibles clientes siguen superando obstáculos.

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