En la ciudad, miles de personas presenciaron todo el recorrido de la Cabalgata y abarrotaron por completo la Praza Maior

La lluvia aguantó y dejó vía libre a los Magos en la noche más esperada

Los Reyes Magos a su llegada a la estación Empalme. (Foto: Martiño Pinal)
Simplemente, no llovió. No tenía sentido. Porque ningún chaparrón, ni lluvia fina, hubiese deslucido el desfile de Reyes. En la calle Progreso, en su cruce con Concordia y Juan XXIII, la espera entre las 17.30 y las 18.15 horas, cuando se divisó la primera carroza en el horizonte, se hizo sólo algo menos que eterna. Y es que la impaciencia infantil sólo gana en desesperación a la impaciencia adulta. Los padres no sabían cómo entretener a los hijos. '¿Cuándo llegan, mami?', fue la pregunta recurrente, y 'Ya vienen ahí, hija', la respuesta estándar.
Entonces, todo explosionó. En el horizonte estaban los Reyes Magos. Con los paraguas cerrados, los ourensanos tenían las dos manos disponibles para recoger caramelos. Porque en esa fase las edades se igualan. No hay niños, o más bien sólo hay niños. No hay adultos. Antes que los Reyes se abrió paso el cartero, un personaje no poco relevante. En un día como el de ayer, en el servicio postal se juegan muchas cosas, muchas ilusiones.

Primero desfiló Melchor, que tiene sus adeptos. Gaspar entusiasmo más si cabe, pero el arrebato infantil lo provocó Baltasar, el Rey negro. Su pasó cerraba la cabalgata, que desemboco en la Praza Maior. Después, hijos y padres, se retiraron. Los más pequeños lo hicieron pensando probablemente en meterse en la cama para que fuese pronto el día siguiente.

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