Manuel Amezcua, el presidente de la Fundación Index (promueve el desarrollo de la investigación en salud), ofrecerá mañana una conferencia en el Centro cultural de la Diputación, a las 20,00 horas, que, bajo el título de 'Consumo colectivo de alcohol en la juventud: riesgo, cultura y percepción de inmunidad', abordará la práctica del botellón.
Habla de riesgo y percepción de inmunidad en lo que se refiere a la ingesta de alcohol. ¿Los jóvenes sopesan ambos términos?
La juventud, a sabiendas de los efectos perniciosos de la práctica del botellón, consume bebidas alcohólicas. Precisamente, el concepto de riesgo varía en los jóvenes. Mientras que los adultos creen que un consumo desmedido entraña riesgos, los jóvenes lo vinculan a un momento de ocio, de diversión. Ven que ellos no inventaron los botellódromos. Relativizan la ingesta de alcohol porque observan como se bebe también en actos sociales de relevancia, por lo que esta práctica tiene una vertiente cultural considerable.
Hasta el punto de que es prácticamente imposible pensar una juventud totalmente abstemia. Por ello, el debate no debe estar en si consumir o no, sino que debería estar en hasta dónde llegar en la ingesta de alcohol, en saber poner límites al consumo para no asumir un riesgo excesivo.
Últimamente se está radicalizando el discurso y se arremete contra los jóvenes constantemente. Consignando espacios para que beban sólo se contribuye a desplazar el botellón a las afueras de las ciudades, no a resolverlo.
En primer lugar, no responsabilizándolos del botellón, porque las propias autoridades inventaron recintos para la ingesta de bebidas. Debemos escuchar a la juventud, la más formada de la historia. Hace falta más promoción de la salud entre este estrato social, dado que es mínima al primarse la sanidad asistencialista. Se piensa que los jóvenes son ajenos a los riesgos del alcohol y tampoco es así.
La juventud, a sabiendas de los efectos perniciosos de la práctica del botellón, consume bebidas alcohólicas. Precisamente, el concepto de riesgo varía en los jóvenes. Mientras que los adultos creen que un consumo desmedido entraña riesgos, los jóvenes lo vinculan a un momento de ocio, de diversión. Ven que ellos no inventaron los botellódromos. Relativizan la ingesta de alcohol porque observan como se bebe también en actos sociales de relevancia, por lo que esta práctica tiene una vertiente cultural considerable.
Hasta el punto de que es prácticamente imposible pensar una juventud totalmente abstemia. Por ello, el debate no debe estar en si consumir o no, sino que debería estar en hasta dónde llegar en la ingesta de alcohol, en saber poner límites al consumo para no asumir un riesgo excesivo.
Últimamente se está radicalizando el discurso y se arremete contra los jóvenes constantemente. Consignando espacios para que beban sólo se contribuye a desplazar el botellón a las afueras de las ciudades, no a resolverlo.
En primer lugar, no responsabilizándolos del botellón, porque las propias autoridades inventaron recintos para la ingesta de bebidas. Debemos escuchar a la juventud, la más formada de la historia. Hace falta más promoción de la salud entre este estrato social, dado que es mínima al primarse la sanidad asistencialista. Se piensa que los jóvenes son ajenos a los riesgos del alcohol y tampoco es así.
