Ourense no tempo

Ourense no tempo | María “la Golondrona”

Hace unos días os mostraba en el blog esta imagen para ver si entre vosotros alguien recordaba a esta señora. No puedo decir que me hayáis dado mucha información, pero quizás sí la suficiente para volver a incidir en la pregunta aportando lo poco pero muy interesante que ha salido a la luz. Varios de vosotros coincidís en que su nombre era María y que los que opinaban que vivía en el Barbaña estaban equivocados. El resto son datos bien encaminados pero que no permiten hacer afirmaciones categóricas; lo que sí queda descartado es que tuviera vida licenciosa, más bien se debería calificar de muy difícil, pero os pondré en antecedentes.

 María parece ser que era mujer de familia de clase media alta y un buen día decidió llevarse sus posesiones a tan céntrico lugar como era la Burga de arriba. El lateral del espacio que acogía la fuente tenía una entrada a unas antiguas construcciones hoy incluidas en los jardines que allí hay. Decir las causas es imposible, por falta de consenso, con lo cual no se puede dar credibilidad, y por si fuera poco, algunas implican a terceros. Las apunto por si alguien pudiera confirmar, pero tampoco es lo más importante. Unas versiones apuntan a que estaba casada y la vida familiar se había ido deteriorando y ella decidió marcharse; la otra, por el contrario se encamina a que su estado mental de repente sufrió un revés y la familia no supo o no quiso retenerla. Sea como fuera, el resultado es que ella, hacia comienzos de los 50, montó su residencia en la Burga de arriba. Seguro que buscaba el calor de la fuente, pero evidentemente eso podría ser suficiente en los tórridos veranos ourensanos, pero en invierno... 

 Un dato contrastado es el de que Herminio y Flora, los propietarios del horno cuya puerta aparece detrás de ella en las fotografías, le permitían dormir en el bajo, donde el calor del horno ayudaba mucho (en Ourense fueron muchos los panaderos que generosamente dejaban dormir e incluso alimentaban a unos cuantos de estos entrañables, el Camilo en Canedo, Remedios y Camilo en la Trinidad…). Eso sí, para dormir allí tenía que venir sobria, algo que por desgracia no siempre era posible. 

 Son muchos los que recuerdan que recibían visita de “la Golondrona” en su casa en demanda de ayuda o al menos un bocadillo. Dinero no se le daba, porque su destino no era el mejor. También había familias que por medio de las “chicas de servicio”, de paso que iban a buscar agua de la Burga, le llevaban cosas de comer y en ocasiones ropa, y otra opción, aunque estaba “prohibida”, era la de que los niños de las familias del entorno le llevaran también cosas.

El porqué de la prohibición estaba en que a ella, con el tiempo, se le fue agriando el carácter, y por desgracia muchos hombres de baja catadura moral se acercaban por la zona y le ofrecían vino, para después reírse de ella o intentar algo más... parece ser que lo de lavar su ropa, incluso la puesta, era algo que sí hacía, y eso atraía a...

 Su periplo, me comentan, duró desde esos comienzos de los 50 hasta aproximadamente el 1970, en que -sin confirmar- me dicen que allí mismo donde residía apareció un día muerta por causas naturales. Los niños de aquella época recuerdan la frase “¿a dónde vas así?, pareces la Golondrona”, cuando te habías vestido de manera estrafalaria.

 La anécdota que algunos recuerdan aun no he decidido si es simpática o desagradable, juzgarlo vosotros:

En una Semana Santa de aquellos años sesenta, cuando las procesiones eran verdaderas muestras de fervor popular, se recogía “la Golondrona” en el horno y llegó haciendo parodia de la procesión que acababa de presenciar, el sonido de los tambores... A alguien se le ocurrió decirle que, si quería, ella podía ser un paso de Semana Santa y así fue: se desnudó, cosa que le costaba poco, y sujeta con unas sabanas a una improvisada cruz, entre varios operarios del horno la pasearon por la zona. La escena fue posible porque Herminio se había idos esos días al pueblo y duró hasta que Pepe, su hijo, llegó para trabajar y se encontró con la escena. A María le dijo que se vistiera y a los otros no sé qué les pasó, pero cuentan que jamás volvieron a pensar en otra.

Otro detalle singular es que son muchos los que coinciden en que a pesar de que su forma de vestir era estrafalaria, como ya dije, pero nadie podía calificarla de desastrada, ni rotos ni suciedad eran sus amigos. Incluso aunque sea difícil de explicar, conservaba algunas joyas que frecuentemente se ponía.

Aunque en ocasiones me resulta triste y hasta desagradable contar estas historias de gente que yo llamo “entrañable”, me gustaría que sirviera para corregir actitudes, que por desgracia siguen existiendo e incluso empeorando. Cada vez es más frecuente ver como unos abusamos de otros simplemente porque… podemos.

Mi agradecimiento a todos los que han aportado datos, en especial a Conchi y Antonio y Aser Gil (dos “graxos da Burga” como yo).

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