Niegan el asesinato de un preso con versiones opuestas

photo_camera Juicio en la Audiencia Provincial contra dos hombres por asesinato junto con delito de estafa.
Uno de los inculpados dice que el otro acusado le confesó dónde estaba enterrada la víctima 

Ni Óscar González López (41 años) ni Francisco Javier González Hermida (46) admiten haber asesinado a Fernando Iglesias Espiño (63), el hombre al que habían conocido cuando los tres coincidieron en la ourensana cárcel de Pereiro, para quedarse con el dinero de una herencia. La víctima había regresado a Galicia para estar más cerca de los únicos allegados que no le habían dado la espalda, su madre y su hermano. El parricidio que perpetró en 1996 -mató a su esposa y sus dos hijos en Jinamar (Gran Canaria)- añadió otro peaje a su condena de 25 años de cárcel.

Cuando lo asesinaron, supuestamente el 11 de agosto de 2018, Iglesias Espiño disfrutaba de un permiso de fin de semana. González López estaba en búsqueda y captura porque no se regresó tras un permiso en el mes de julio (cumplía condena por estafa) y González Hermida disponía de pulsera telemática (entre las once de la noche y las siete de la mañana debía estar en casa).

Ante el jurado reclutado ayer en la Audiencia de Ourense, con gente joven y solo dos hombres, los procesados negaron casi todo. Se desvinculan del asesinato y solo Óscar admite parte de la estafa que también los sienta en el banquillo (los 22.490 euros que desaparecieron de las cuentas de la víctima). Pero sus versiones se contradicen y abren una brecha entre ambos en un intento de sálvese el que pueda.  “Soy un estafador y lo reconozco, pero no cometí delitos de sangre”, le llegó a admitir a su abogado, tal como recordó este último en sus alegatos iniciales.  Este inculpado confesó haber utilizado las tarjetas de crédito de Iglesias Espiño -"me las dio Francisco Javier"- pero nada más. 

ÓSCAR GONZÁLEZ LÓPEZ

Este inculpado abrió el interrogatorio y solo contestó a preguntas de su abogado. Empezó acusando a la Guardia Civil de coacciones cuando declaró en el cuartel (les indicó  cuando fue detenido en diciembre de 2018 dónde estaba enterrado Fernando). Sus indicaciones llevaron a los agentes hasta un lugar apartado en Senra (Piñor de Cea), propiedad de la familia de Francisco. Lo sabía, según aseguró, “porque él me lo dijo” pero no sabe quién lo mató -"no sé nada”-. Según explicitó ayer, la última vez que vio al finado estaba cortando carne de hamburguesas para los perros en la granja de Suareixa (Maside), propiedad del otro inculpado.  La víctima echaba una mano en la explotación a cambio de cama y comida  los fines de semana que disfrutaba de un permiso (dos al mes). El sábado cuando supuestamente ocurrió el crimen, dice que fue con el otro acusado a Vigo y que este le entregó las tarjetas de crédito de Fernando. 

Óscar asegura que no tenía razón para cometer un delito de sangre, porque mantenía una buena relación con el perjudicado. “Hasta le daba cinco euros para gasolina, le compraba tabaco …”.

FRANCISCO JAVIER GONZÁLEZ

 Francisco Javier González Hermida no esquivó ninguna pregunta y, por momentos, se mostró desafiante. Mantiene que el sexagenario no pudo morir el 11 porque estuvo en la granja hasta el lunes (13 de agosto). Contradijo a su compañero: el día 11 estuvo en Vigo  con él, pero también  con la víctima. “Ellos dos viajaron en el  mismo coche y fueron a sacar dinero porque Fernando quería otro coche; quedaron allí y yo regresé”, relató.

La fiscal le recordó que el análisis del posicionamiento de los móviles sitúa a ambos acusados en el lugar donde estaba enterrado Fernando, aunque lo zanjó rápido: “Yo no sé nada de eso”. Y se desvinculó de las retiradas de dinero en cajeros de Lalín, Ourense, Burgos, Ribadavia, A Cañiza … durante los 14 días siguientes.

"¿Mató 100 pollos a patadas?"

La acusación pública le inquirió para saber si se consideraba agresivo. Él contestó que “no”, pero era una pregunta trampa. “¿No mató usted 100 pollos a patadas?”. González Hermida, sin más, lo negó. Y también  que le hubiera dicho al otro procesado dónde estaba enterrado el parricida de Jinamar.

Francisco Javier asegura que no solo no asesinó a la víctima sino que se presentó ante el jurado como un colega caritativo que lo ayudaba a cambio de nada -"no trabajaba en la granja"-. “Lo tuve asegurado un año y pagaba 500 euros al mes para que así pudiera salir de la cárcel y también le daba para tabaco y gasolina”,  destacó. El muerto no podía trabajar porque había sido operado del corazón -añadió-  “y no tenía sensibilidad en las manos”. 

“Ninguno de ellos era ejemplar pero aquí juzgamos hechos y no a personas”

La fiscal del caso, Sonia Rodríguez, es consciente de la mala prensa de la víctima  (mató a su mujer e hijos) y no lo pasó por alto en su primera intervención a la hora de presentar el caso. “Debemos dejar al margen los sentimientos y simpatías que nos despierte la víctima; ninguno de ellos era ejemplar pero aquí juzgamos hechos y no a personas”, aseveró. 

El ministerio público, que pide penas de 22 y 23 años (Óscar  tiene la agravante de reincidencia en la estafa), sostiene que los inculpados se pusieron de acuerdo para matar a Fernando con un objeto contundente y quedarse con el dinero de su herencia.  La fiscal pidió al jurado que esté atento a las declaraciones de la Guardia Civil en el día de hoy, ya que “los acusados tienen derecho a mentir”. El Instituto Armado realizó “una investigación larga y exhaustiva”.

Los acusados se declaran inocentes. 

 

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