Cada día que pasa es un día más, o uno menos. Vida y muerte son un complemento indisoluble que pasan por todos y para todos. Si la vida puede ser divertida y extravagante, la muerte, hoy en día, también. La evolución social y política que ha experimentado España le ha dado libertad a los muertos para elegir cómo se quieren ir al más allá y ha cambiado radicalmente el panorama de los ritos mortuorios. De todo eso, habló ayer en el Foro La Región la periodista y escritora Nieves Concostrina y lo hizo con tanto rigor como sentido del humor.
Nieves Concostrina, maestra de la muerte como muchos la consideran, se aferra a su máxima de tratar con tanto rigor como con humor el sector funerario y supo ayer reflejar en su hora y media de intervención una reproducción fiel de los aconteceres españoles que han llevado a pasar de los cementerios civiles, hoy ya inexistentes, a las urnas ecológicas, siendo capaz adem de provocar una risa constante en el numeroso público asistente, gracias a la naturalidad con la que aborda algo tan ligado a la vida como la muerte.
La clave del cambio, dijo, la ha puesto la religión, a mayor peso social menos libertad de elegir, y a menor peso, más libertad. De hecho, relató, los cementerios civiles nacieron en el siglo XIX precisamente porque la iglesia, entonces con gran poder, impedía enterrar a los ateos (suicidas, masones, gente de no cristiana) en tierra católica con un alegato de que si tocaban tierra sagrada empozoñaban el cementerio y había que bendecirlo de nuevo, de tal forma que lo que le quedaba a estos difuntos era acabar en una fosa común o un agujero en medio del monte. Hoy, la situación es completamente diferente y los ritos funerarios son tan diferentes como deseos de cada fallecido: columbarios en campos de fútbol, féretros a elección, cremación... y la iglesia ha tenido que adaptarse. Hasta 1963, incinerarse era pecado mortal pero hoy la iglesia ya está reordenando las criptas de sus templos para así vender columbarios a sus fieles por 3.000 euros. Cómo hemos cambiado, aseveró.
La muerte ha pasado de ser un tabú a que se hable de ella, incluso con humor como reflejan muchos epitafios (Estoy muerto, enseguida vuelvo, Cuando nací todos reían y yo lloraba, viví de tal manera que cuando morí todos lloraban y yo reía, la marihuana es lo que tiene). Y es que no pasa nada por hablar de la muerte, porque la muerte seguirá estando ahí.
La clave del cambio, dijo, la ha puesto la religión, a mayor peso social menos libertad de elegir, y a menor peso, más libertad. De hecho, relató, los cementerios civiles nacieron en el siglo XIX precisamente porque la iglesia, entonces con gran poder, impedía enterrar a los ateos (suicidas, masones, gente de no cristiana) en tierra católica con un alegato de que si tocaban tierra sagrada empozoñaban el cementerio y había que bendecirlo de nuevo, de tal forma que lo que le quedaba a estos difuntos era acabar en una fosa común o un agujero en medio del monte. Hoy, la situación es completamente diferente y los ritos funerarios son tan diferentes como deseos de cada fallecido: columbarios en campos de fútbol, féretros a elección, cremación... y la iglesia ha tenido que adaptarse. Hasta 1963, incinerarse era pecado mortal pero hoy la iglesia ya está reordenando las criptas de sus templos para así vender columbarios a sus fieles por 3.000 euros. Cómo hemos cambiado, aseveró.
La muerte ha pasado de ser un tabú a que se hable de ella, incluso con humor como reflejan muchos epitafios (Estoy muerto, enseguida vuelvo, Cuando nací todos reían y yo lloraba, viví de tal manera que cuando morí todos lloraban y yo reía, la marihuana es lo que tiene). Y es que no pasa nada por hablar de la muerte, porque la muerte seguirá estando ahí.