Reportaje

“No era su hora de morir"

Ourense 21/4/20
Reportaje médicos residencia Nuestra Señora de La Esperanza
Francisco Marcos,Pepe Carballo,Antonio Berciano
Fotos Martiño Pinal
photo_camera Francisco Marcos, José Carballo y Antonio Berciano, ayer a las puertas de la residencia Nuestra Señora de la Esperanza. (Foto: Martiño Pinal)
Francisco Marcos y Antonio Berciano son los médicos del equipo que ha estado luchando en el foco de A Farixa, en un centro con todos positivos. "Todos tenían sus cosas cada invierno, pero las pasaban. Este virus se los ha llevado"

Francisco Marcos y Antonio Berciano no sabían lo que se venía encima. Ni ellos ni nadie. Llevan desde el 20 de marzo con jornadas de hasta 14 horas, en el epicentro del COVID-19, la residencia Nuestra Señora de la Esperanza de A Farixa. Mañana y tarde, guardias... Ha habido días en las que cada uno ha estado hasta cinco horas al teléfono. Son los dos médicos del equipo de San Rosendo que lucha contra un virus "desconocido".  "Nos ha apoyado todo el mundo. Nosotros hemos puesto el tratamiento pero sin el respaldo de los que más saben igual no  habríamos tirado la toalla, pero habría situaciones que no podríamos manejar".

Lloros y rabia

"Hemos llorado. La mayor rabia es que para los que han fallecido no era su momento de morir. A partir de los 50 cualquiera tiene una patología previa, eso se dice para quitar miedo. Había gente muy mayor, tenía sus cosas en invierno, pero salía adelante. Este virus se los ha llevado", relata Berciano. La gripe había sido este año de las más duras. "Llegamos a tener 40 personas encamadas, pero esto no ha tenido parangón. Nada que se le parezca".

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En este centro tuvieron 120 usuarios positivos. "Estamos obsesionados, no podemos pensar en otra cosa. Estamos contentos de lo hecho, pero da mucha pena la gente que se ha ido", añade su compañero. La enfermedad se ha llevado a 20 residentes. "Ha sido un mes duro, hablar de que estamos saliendo con los que han muerto... Pero vamos viendo la luz", precisa Berciano. Los dos llevan 12 años con los residentes. "Esto no es tan impersonal como un hospital, aquí se crea un vínculo", dice José Carballo, que coordina la comisión médica de la Fundación.

“Aquí han curado todos"

"Aquí ha currado todo el mundo, porque con 34 bajas la gente ha tenido que doblar turnos. Ni Fran ni yo, afortunadamente, caímos. Aquí nadie miraba ni la hora de entrada ni la de salida. Yo ni quiero hacerme el test, estoy bien y si diera positivo tendría que irme", reconoce Berciano. "Lo más increíble es que nadie dio un paso atrás,  nadie pidió irse a casa", apunta Carballo.

 El primer positivo fue de un trabajador. Era 20 de marzo. Al día siguiente llegó el primer contagio de un usuario. "Empezamos a reportar a cualquier sospechoso, aunque tuviera unas décimas, y lo aislábamos", apunta Berciano. Empezaron a reorganizar la residencia en grupos, "al ser grande, teníamos margen". Pero el enemigo ya estaba dentro "y no lo sabíamos". Carballo da muestras de la voracidad del virus: "Sigue pasando, que tapas un agujero y se te abren tres, es increíble". 

Cuando llegaron los test masivos, habían pasado dos semanas. Era tres de abril y se les vinieron encima más de 100 positivos. "Ahí cambió todo. Conseguimos trasladar a los negativos a la residencia de al lado. Y aquí quedaron solo positivos, la mayoría asintomáticos". 

De dos en dos en sus habitaciones confinados.  "Los pobres han estado 15 días sin salir de la habitación. Ahora hay que recomponer, están bajos de ánimo...Sabían que podían morir, lo han pasado mal. Ha sido un drama para ellos, para la familia, para los trabajadores... Cuando hace cinco días les dejamos salir un poco les dimos la vida y a nosotros nos dio un subidón". 

Esta semana, los 29 que se han recuperado han vuelto al salón, el resto (72) sigue esperando, aunque no tengan síntomas. Y surge un dilema. Otros 51 negativos permanecen separados en otro centro. "¿Cuándo podremos juntar a los negativos con los que han superado la enfermedad? No lo sabemos, este virus sigue siendo el gran desconocido. Igual hay que tirar por lo alto...", insiste Marcos. "Ahora prima la prudencia, no podemos juntar a gente que sabemos que es sana con gente que no podemos afirmar que sea sana", añade su compañero. "No hay garantías de nada, puedes tener pruebas negativas y estar positivo,", confirma Carballo. "Al principio, las PCR eran palabra de dios, este es negativo y estoy tranquilo. Pero al día siguiente puede positivizar y contagiar", apunta Marcos. 

El futuro es difícil de prever. "Las armas terapéuticas avanzan, hay muchísimos tratamientos que hace un mes ni se usaban. Lo que venga en otoño se verá. Es de prever que todos estemos más preparados", sugiere Berciano. "Ahora cualquier profesional sanitario lleva en el maletero protección, hace tres meses esto era impensable". 

Imposible predecir

"Es imposible predecir. En diciembre no se sabía y tres meses después estamos en una pandemia", reflexiona Marcos. "No ha tenido parangón. Sigue siendo desconocido. Esto no se ha acabado", añade Carballo. Hace un mes, tuvieron que ir "improvisando" y cambiando protocolos "y todavía queda, estamos empezando".  ¿Por qué La Esperanza y no otros centros? Carballo tiene claro que es "casualidad". Una semana antes del estado de alarma "cerramos todos los centros. Sabíamos que si entraba sería un trabajador. Tocó aquí". El virus entró de fuera y pudo hacerlo en cualquier sitio. "El único que no tenía culpa es el anciano aquí recluido, entonces 1 contagió a 5 y 5 a 25... Si pudiésemos haber hecho test antes, a lo mejor podríamos haberlo revertido, no lo sé..." Ahora solo tienen una cosa: "La guardia no debe bajarse". 

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