Una realidad que muchas personas desconocen es que muchos presos en tercer grado no pasan su tiempo en la prisión, sino que viven en sus casas y llevan a cabo distintas actividades, también laborales, con una pulsera telemática.
Entonces, una de las posibles preguntas es cómo funciona dicha pulsera, que se complementa con controles "sorpresa" de la situación y la localización de los reclusos a través del teléfono. Se trata de una dinámica que intenta favorecer la reinserción social de los presos.
Los requisitos
No todos los presos, eso sí, se encuentran en posición de solicitar o beneficiarse de la pulsera telemática y el grado de cierta independencia que permite al recluso.
Como era de esperar, el primer requisito es haber mantenido un buen comportamiento en la prisión. Por supuesto, si desde la institución penitenciaria consideran que el riesgo de reincidir es alto o el recluso es peligroso, en ese caso se mantendrá en prisión al recluso, sin posibilidad de emplear la pulsera.
A todo ello se le pueden añadir los requisitos que sean convenientes según el caso, como pasar exámenes médicos durante la pandemia para comprobar que no han sido infectados. Además, deben precisar la disposición de una vivienda propia o de la familia para poder dormir fuera de la prisión.
Las pulseras permiten que las autoridades puedan saber en todo momento la ubicación del preso, e intuir así su comportamiento. Este dispositivo, más que un accesorio, es una herramienta que aporta información permanente y permite mantener un contacto continuo entre la institución penitenciaria.
Todo de cara al objetivo final de lograr la reinserción social e incluso la reincorporación al mercado laboral de los presos, lo cual es positivo tanto para la sociedad, por todo el valor que puedan generar en forma de bienes y servicios, como para ellos mismos.
