Los agentes acudieron a cinco puntos distintos de la ciudad para atender avisos relacionados con el griterío
El recorte horario en el ocio nocturno, que limita la fiesta hasta las 3 de la madrugada, se hizo notorio en la noche de Reyes para los agentes municipales que estaban de guardia. Excepto la caída de la calle Pizarro, la mayoría del resto de incidencias, hasta cinco, fueron acaparadas por las quejas por ruidos.
A medianoche los agentes detectaron a un hombre que conducía ebrio. Su prueba dio positivo con una tasa de 0,82 miligramos por litro de aire respirado. También en la carretera, 45 minutos más tarde, detectaron a un conductor sin ITV.
A partir de ese momento, la actividad policial se trasladó a la calle y al ruido. A las 00,50 se desplazaron a la avenida de Marín, donde se estaba celebrando una fiesta. Las quejas por ruidos de los vecinos movilizaron a los agentes y con su presencia, se acabó la marcha.
Media hora más tarde, las patrullas municipales recibieron quejas porque en la plaza de San Martiño uno de los bares continuaba ejerciendo su actividad pasándose quince minutos de la hora de cierre. A su llegada, la policía comprobó que era el tumulto de gente que estaba fuera la que generaba ese ambiente.
A continuación, sucedió el episodio más peculiar. Los vecinos alertaban de ruidos en un piso de la calle Chano Piñeiro pero sin determinar un punto. Los agentes descubrieron a unos niños que estaban gritando muy emocionados al abrir los regalos de Reyes.
SAN PEDRO Y SAN ANTONIO
El siguiente aviso que movilizó a las patrullas fue en la calle San Pedro, por escándalo en un establecimiento. Sin embargo, al igual que en el caso anterior, era la gente en la calle la que había generado la confusión. Por último, los municipales se desplazaron a la Plaza de San Antonio, donde pese a que les habían advertido que tenía lugar una celebración, cuando llegaron ya no había nadie.
