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REPORTAJE
Mientras el Consejo de Ministros da luz verde a la Ley de “riders”, pionera en Europa, una decena de repartidores ourensanos mata la mañana en la explanada del centro comercial. “El martes es el peor día. Apenas hay pedidos. A veces un compañero se lleva tres euros, otro ocho…”. Son alrededor de 100 en el colectivo -un 90% emigrantes retornados- y tienen sus reticencias a este decreto que da tres meses -tras publicarse en el BOE- a las plataformas de reparto a domicilio para convertir a estos trabajadores en asalariados. El miedo: que no haya contratos para todos.
“¿Por qué nos dicen que somos precarios, si consideramos que trabajamos bien así?”, se pregunta uno de los que prefiere mantenerse como autónomo. Omar Domínguez, el portavoz de los repartidores, lo tiene claro: “Vanse perder o 50% dos postos de traballo con esta lei, os contratos que plantexan serán por horas e non se quedarán co 100% da plantilla. O resto irase á rúa. Os contratos que plantexan son por horas, un soldo que será mísero”.
“Vine a este trabajo por la libertad”, afirma uno de los repartidores de esta plataforma, que quiere que la ley contemple la posibilidad de que le dejen elegir: asalariado o autónomo. Dicen que ganan una media de tres euros por pedido, pero muchos dependen de registrarse en varias plataformas de reparto a la vez para que los ingresos compensen. Los pluses dependen de cada empresa. El de lluvia es de los más comentados. “Hay muchos compañeros de baja por caídas de moto cuando llueve”, explica uno de ellos, que lanza el mensaje a la plataforma que no paga ese plus y, de paso, al Concello que no arregla las fochancas.
Jesús González es emigrante retornado. No quiere un contrato. “Trabajo para una de estas plataformas porque mi situación de vida me ha llevado a buscar un horario flexible, donde decida cuándo puedo trabajar. Tengo un niño con discapacidad, este horario me permite atender sus necesidades. Estoy de acuerdo con que se regularice la situación de los riders, pero tienen que dar otra opción. Como trabajador, que se nos dé la libertad de decidir. Muchos quieren estar contratados, pero otros necesitamos seguir siendo autónomos”.
Daniel Núñez, natural de Venezuela llegó a Ourense en agosto del pasado año. “El miedo generalizado es que dudamos que las plataformas den abasto para contratar a los 100 que somos en la ciudad. Están llevando a este sector al paro o al trabajo en negro, porque no creemos que nos puedan contratar a todos…”.
Ariana Fernández explica que “a veces las tarifas son muy bajas y la jornada laboral muy floja, depende mucho del día”. Lleva dos años en una plataforma y medio año en otra. En una tiene plus por lluvia, en otra por nocturnidad. “Gano más como autónoma”, asevera. El debate está servido, pero los ourensanos tienen su preferencia clara.
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