Veinticinco refugiados huidos de Mali esperan nueva vida en Allariz

Allariz da una nueva vida a 25 refugiados de Mali.

25 refuxiados de guerra son acollidos en Allariz

La madrugada del 1 de febrero de este año fue crítica en la isla canaria de El Hierro. A las playas de La Restinga, que es la población más meridional de España y Europa, llegaban tres embarcaciones con 382 personas de origen subsahariano a bordo. Entre los migrantes, cuatro eran menores y 15 eran mujeres, la mayoría en cinta. En uno de estos tres cayucos, viajaban 165 personas, que fueron rescatadas por la salvamar Adhara. Uno de ellos era Kougnouma Traoré. Llevaban una semana navegando por aguas del Atlántico, sin saber si llegarían a su destino. Sí tenían muy claro de lo que huían: la guerra en Mali.

Kognouma Traoré, de 30 años, es desde mediados del pasado mes de septiembre un vecino más de Allariz. Él y otros 24 compatriotas malienses viven en la villa, donde aprenden castellano, hacen vida en el pueblo, acuden a actividades del Concello e incluso, una parte de ellos, participan en entrenamientos del equipo de fútbol Raio Alaricano. Son refugiados de la guerra, el primer contingente proveniente de Canarias que llega a la provincia.

Los nuevos vecinos alaricanos dan un paseo matutino por la villa.
Los nuevos vecinos alaricanos dan un paseo matutino por la villa.

Todos huyeron del conflicto que asola a su país desde hace “más de 10 años”, explica Traoré. Él estuvo en su país trabajando como conductor hasta que se vio empujado, como miles de jóvenes de su edad, a trasladarse a Mauritania esperando la ocasión de coger una embarcación que le ayudase a escapar de la miseria. En Mali, la guerra y la pobreza (la mitad de la población vive con menos de un dólar al día) hacían imposible la convivencia. La desesperación le llevó a coger uno de esos “barcos”, como él los llama, en un sorprendente castellano, todavía básico pero que demuestra que llegará lejos. Habla 12 lenguas (en Mali se hablan más de una treintena) y el castellano lo ha cogido rápido.

Una semana en el mar

Su viaje a España fue “muy difícil”, cuenta. “Gracias a Dios ahora estoy muy, muy bien. Salimos en un barco 165 personas, llegamos a El Hierro, pero tardamos una semana en llegar por el mar”. En Mali, la situación era más inaguantable que echarse al Atlántico en una embarcación prácticamente a la deriva. En 2020 y 2021 hubo dos golpes de estado militares y hay un conflicto permanente entre grupos armados y ejército. La vida vale menos todavía que el dólar diario con el que convive la mayoría de ciudadanos.

“Me gusta Allariz y me gustaría quedarme a vivir. ¿Hacen falta conductores? Quiero ser conductor, ya lo era en Mali, pero no tengo el permiso”, relata este joven. El albergue de peregrinos de Allariz se ha convertido en su casa. El Gobierno se encarga de cubrir los gastos de manutención, alojamiento y de sus necesidades, a través de un programa que desarrolla y coordina la asociación Provivienda (también gestionan a los refugiados llegados a Monforte). Todos son mayores de edad, tienen entre 20 y 30 años, y tienen claro su objetivo: “Queremos trabajar cuanto antes”. Ya se han censado en el Concello y ahora se forman en el idioma mientras consiguen los permisos de trabajo, que llegarán rápido al tener estatus de refugiados de guerra.

En el interior del albergue, uno de los residentes corta el pelo al otro.
En el interior del albergue, uno de los residentes corta el pelo al otro.

Poco a poco, van integrándose en el tejido social alaricano. El programa de emergencia social cubre tres meses, aunque puede prorrogarse en función de las necesidades.

“No nos conocíamos, cada uno llegó de una forma a Canarias, Mali es muy grande y cada uno es de un pueblo distinto. Nos encontramos en Madrid, y aquí nos hemos conocido”, relata Traoré, que acompañado de Modou Mbaré y Moustapa Sako da un paseo matutino por las calles del Casco Vello alaricano. Traoré es el único que de momento se defiende con soltura en castellano. El resto va aprendiendo, tienen el francés y el bambara como lenguas francas, aunque cada uno habla una lengua diferente de las decenas que conviven en su país. En el centro, Provivienda les facilita clases de idioma, a través de la asociación La Rueca, cuentan con un intérprete de francés y apoyo telefónico para traducción de otras lenguas africanas.

“Estamos muy bien aquí, pero aún nos faltan muchas cosas. Necesitamos ayuda para tener cursos profesionales, para poder trabajar. Nosotros queremos un trabajo”, reivindica Traoré. “Ahora vamos a tener permiso de trabajo, pero para tener trabajo nos hace falta formación. En Mali, en mi país, fui conductor, pero aquí aún no tengo carné de conducir”, añade.

Kognouma Traoré, Modou Mbaré y Moustapa Sako, tres de los refugiados.
Kognouma Traoré, Modou Mbaré y Moustapa Sako, tres de los refugiados.

En Allariz, el recibimiento está marcado por la normalización. Se han ido integrando, poco a poco, en silencio y sin grandes fastos. “En Allariz, ao ser un concello pequeno, o día a día é moi amigable. A actuación coas administracións é moi doada e a acollida está sendo boa”, afirma Iago Prado, responsable de Protección Internacional de Provivienda en Galicia.

Su presencia ha despertado interés, sobre todo empresarial, en la villa y su entorno, como acreditan en el Concello. “As empresas transmítennos a necesidade de persoas para incorporar en moitos postos laborais que non dan ocupado, e esta pode ser unha boa opción para facelo posible. As expectativas son altas tanto polos refuxiados como polo sector empresarial”, señala la alcaldesa, Cristina Cid.

El objetivo es que se queden cuando acabe el programa, aunque algunos intentarán el reagrupamiento familiar juntándose en otros puntos de España o Europa, como es obvio. “Queremos que poidan ter unha saída autónoma, e se poden quedar en Allariz e na contorna, mellor”, concluye Prado.

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