Los voluntarios que evitan 73 peldaños con 40 kilos de comida

Cruz Roja sigue prestando servicio presencial a personas que necesitan ayuda. A Pepa le llevan la comida de su marido enfermo, 64 botellas de batidos hiperproteicos para una dieta oncológica.

A David Rodríguez y a Álvaro Taboada el estado de alarma no los ha dejado en casa. Continúan con sus labores de voluntariado para Cruz Roja en la ciudad. El primero, guardia civil, lleva cuatro años y el segundo, doctor en Física, solo dos meses.

 El pasado miércoles se reunieron en la sede de la calle Díaz de la Banda para ir a un servicio que la entidad realiza una vez al meses: la entrega a un paciente de 70 años con cáncer de garganta de su única comida, el Fresubin que le proporciona el CHUO dentro de una dieta líquida específica para pacientes oncológicos. Ocho cajas, 64 botes, 40 kilos de pura proteína. Y 73 escaleras. Las que tienen que subir y bajar en dos viajes para acceder a un piso sin ascensor de la calle Velázquez.

El pedido que le sirven a Pepa (no es su nombre real), la cuidadora del enfermo, le resta una preocupación menos desde hace cuatro años. Para ella, Cruz Roja ha sido "una bendición" en su particular calvario.

En esta última entrega, apenas tiene contacto con los voluntarios ante las medidas de seguridad adoptadas en el estado de alarma. Dejan las cajas en el rellano del cuarto piso. Pepa asoma la cabeza y comenta que las horas pasan lentas. Lleva desde el sábado sin salir de casa."Como sabes que tienes que estar obligatoriamente los días rinden más", comenta. Reconoce que normalmente suele estar mucho en casa, pero cuando permanece porque es una opción el tiempo corre en reloj suizo.

Tanto David como Álvaro han dedicado cerca de dos horas a repartir el material desde que llegaron a las diez de la mañana a la sede para coger el coche rotulado con el que realizar el transporte. En la acera, toman aire y reconocen  que la ayuda que prestan les hace sentir bien. "Es muy reconfortante porque no hay dinero por medio, lo haces porque quieres", valora David. Reconoce que  como voluntario asignado al departamento de mayores observa realidades muy duras -comenzó realizando acompañamientos en tratamientos de quimioterapia-, aunque no se hunde. "Todo lo contrario, valoras más lo que tienes", aclara.

A Álvaro, que está recolocado por motivo del coronavirus, le tocó lidiar con infancia y juventud, ayudando a escolares a hacer los deberes. Es un chico de Ciencias e imparte clases de matemáticas dos veces por semana a niños de Primaria en la Plaza 200 y en la sede de la ONG a los de la ESO. Ya le llaman "profe" y sus alumnos aprueban exámenes. 

Te puede interesar