Vacaciones en el Miño (16 de julio)

Enamorada de la moda juvenil

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photo_camera Tienda Restrea.

¿Qué hay en la calle Villar? Pues tiendas, la mayoría cerradas con su cartel de “Se alquila”, pero las que resisten hacen de esta calle nuestro Camden Market ourensano

Villar, de siempre, me sonaba a la calle de las putas pero ahora que éstas se han mudado (cerca de mi casa, por cierto, un día les cuento de esos locales y sus gentes), ¿qué hay en la calle Villar? Pues tiendas, la mayoría cerradas con su cartel de “Se alquila”, pero las que resisten hacen de esta calle nuestro Camden Market ourensano (o nuestro Rastro, si nos ponemos patrios). Tres tiendas que mezclan lo caro y lo barato, lo viejo y lo nuevo y que nos permiten fingir originalidad: lo que se compren aquí no lo va a tener nadie más.
tienda_diginidad-_resultEmpezamos por “Dignidad”. Este es el sitio que les comentaba en “Dulce Hogar” ya que, aquí, además de comprar, pueden dejar su ropa usada: son tiendas que destinan sus beneficios a labores sociales. En cuanto a lo que ofrecen, ropa de segunda mano (totalmente higienizada) de todo tipo: moderna, vintage, clásica, original… Merece la pena echar un ojo.


tienda_las_desperfectas_resultSeguimos con “Las Desperfectas”, una tienda que, en esta calle, parece un poco despistada, pues la ropa, cara y de marca, no pega mucho con el ambiente de la zona. Sin embargo, ahí está, con sus Lois, sus Lee, su escaparate retro modernito, su estilo cowboy… La verdad que tiene cosas originales y, ahora, unas rebajas que no están mal. Ya por último, “Restrea”: ropa, calzado y complementos de segunda mano para todos los gustos, desde Inditex de temporadas pasadas a vestidos hechos a mano con aspecto yeyé. No se pierdan las “Prendas a 1 Euro”, siempre se caza algo.
Y ahora, giran a la derecha para llegar a la Plazuela del Jardín, se sientan en la terraza del Bar Encontros y se toman un algo mientras leen La Región y descansan de sus compras. 

Mira Ourense

El turista sensato

sensato_resultEstuve cerca de una hora en la Plaza Mayor, más otra hora y media haciendo recados por Ourense adelante. El calor (qué novedad) era de derretirse. Y la única persona que vi con gorro fue este hombre de la foto.  ¿De condición? Turista. 
¿Por qué –a partir de los nueve o diez años– aunque el calor asfixie, solo nos ponemos un gorro si somos turistas? ¿Es que por ir a otra ciudad el sol molesta más? O, reformulado al revés, ¿nos creemos que en nuestra propia ciudad estamos vacunados contra la insolación? ¿Nos importa menos nuestra estética si estamos en la ciudad de los de otra ciudad? ¿Por qué?, ¿por pragmatismo o por desprecio de las opiniones de los de esa otra ciudad?
Este sábado me pasé el día con un gorro de paja, comodísimo, oye. Pero no sé si me lo permití porque estaba cerca de la playa o en una fiesta hawaiana. ¿Por qué no llevo ese mismo gorro por mi ciudad en vez de embadurnarme cada dos horas de protector solar? No tengo criterio. 

Dulce hogar

Limpieza de primavera II

dulce_hogar_limpieza_2_resultMe vine arriba con la limpieza de primavera que les comentaba el otro día: tiré cartas de exnovios, cremas caducadas (¿sabían que las cremas caducan?), bolis que ya no escriben… Y ropa, mucha ropa, más de la que pensaba, porque, cuando se llevan más de cinco años sin usar una prenda, por bien que nos quede, ¿no será por algo? Pero la ropa da no sé qué tirarla y, como soy una canija y nadie de menos de quince años tiene una talla más pequeña que la mía, nunca tengo a quién dársela. Hasta que hace poco me enteré de algo que les cuento en la columna de “Parada con Pincho” (no se les ocurra no leerse la página entera si no quieren que mi ira, como la de Samuel L. Jackson, caiga sobre ustedes). 
Pero lo que quería decirles es que, finalmente, hice limpieza de esa que, en mi falta de criterio, denominaba “marujil”: quitar el polvo, barrer, fregar… pero en condiciones, o sea, en serio, como si fuera mi propia madre: en sitios de esos a los que nunca, hasta ahora, había llegado la mano del hombre (de la mujer, en mi caso), sacudiendo el trapo cada superficie, cambiando el agua de la fregona cada media habitación… Vamos, de no creer. ¿Y qué noté después?, que la casa relucía, que parecía más grande, que olía como nunca, ¿y cómo me sentí? MUY BIEN, así con mayúsculas ¿Y eso qué me hizo pensar? Pues que hacerse mayor (que no viejo, ojito) es encontrar placer en las cosas inevitables (como mantener limpio el hogar) y eso está muy bien. He dicho.

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